domingo, 30 de noviembre de 2014

Ecce veniet!


Este domingo empieza el tiempo de Adviento: Los preparativos para la Navidad, para la venida del Salvador.

Es un tiempo precioso. Se disfruta mucho pensando en lo que va a significar ese Nacimiento, esa fiesta.
Se decoran las casas, empezando por la Corona de Adviento. Se prepara el árbol de Navidad, el belén. Es todo un ritual buscar las cajas donde se guardaron las figuritas del nacimiento, los adornos...
Es tiempo para programar el viaje de los seres queridos que pasarán esos días con nosotros...
Hasta se piensa en el menú de la cena de Nochebuena... ¡y los regalos!

El fundamento de estas fiestas no es otro sino la venida al mundo del Salvador.
Hasta que nació Jesús la historia de la humanidad fue un adviento, una espera, una esperanza. Más fuerte en el entorno del pueblo de Israel, el elegido por Dios. A través de los profetas Dios fue llamando a Israel y a todas las naciones.

Esa llamada, para nosotros, se actualiza en cada Adviento, en cada Navidad. No deberíamos de echar en saco roto tanta expectativa, tanto tiempo de espera y preparación, siglos...

San Josemaría se daba cuenta y no podía dejar de exclamar para sí y para los jóvenes que le escuchaban: "Ha llegado el Adviento. ¡Qué buen tiempo para remozar el deseo, la añoranza, las ansias sinceras por la venida de Cristo!, ¡por su venida cotidiana a tu alma en la Eucaristía! -Ecce veniet!- ¡que está al llegar!, nos anima la Iglesia"

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...