viernes, 26 de febrero de 2021

Viernes de Cuaresma: Abstinencia de carne

 

Viernes de Cuaresma, días en los que la Santa Madre Iglesia nos propone abstenerse de comer carne como señal de penitencia.

Y surgen las discusiones y argumentos que califican de absurdo o anticuado ese mandamiento de la Iglesia.

Y todas esas discusiones son estériles si se centran en la “materialidad” del churrasco, la albóndiga, el pollo o los mariscos...


Vale, entonces, lo que leí recientemente y que da luz sobre el tema:


La verdadera penitencia no es sólo el hecho de cambiar la carne por el queso, sino la entrega de la voluntad propia en algo “tan tonto” como cambiar la carne por el queso. 

Sería muy fácil encontrar todo tipo de razonamientos sobre la idoneidad, o no de ese cambio cuando lo que realmente tiene que cambiar es el propio corazón. No comer carne es no alimentar ese yo omnisciente que clama por ganar una batalla tan nimia como la de sustituir un alimento u otro.


La abstinencia nos pone frente a lo que ‘podemos hacer’ pero no llevamos a cabo por una causa mayor: el amor. Si nuestra penitencia está vacía de amor, si no la vivimos como un acto de amor −importante, aunque nos hayamos “acostumbrado”−, entonces, de seguro, comenzaremos a juzgarla como una rutina tonta a la que no le vemos sentido.


Como en cualquier relación de amor, al fin y al cabo, de eso se trata en la vida cristiana, el partido se juega en el alma con las expresiones del cuerpo. Así lo señala el propio Catecismo: “La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración y la limosna”.


Guardar la abstinencia es, por tanto, una manifestación −bastante sencilla, además−, de amor. Hacemos memoria, en cierto modo, de un sacrificio infinito con un gesto sencillo en la forma. 


Con esas penitencias cuaresmales, con la abstinencia en este caso, nos unimos, en el fondo, a la Pasión de Cristo tomando una ínfima parte de la cruz, tan ínfima que nos puede producir, si lo pensamos bien, cierto sonrojo: no es mucho lo que nos pide la Iglesia un viernes de Cuaresma… Podríamos decir que es bastante menos de lo que nos pide un dietista para todos los días. Pero, como en la Misa, Cristo coge nuestras pequeñas negaciones y las eleva. Como escuché decir una vez: “de pasos cortos está empedrado el camino del cielo”.


jueves, 25 de febrero de 2021

Conchita C-1

 


Lubumbashi, 19 de febrero de 2021         ​C-1

 

Mamaíca mía:

Te prometí seguir escribiéndote.

He puesto a esta carta la sigla C-1. “C” significa el Cielo. En la última ya te habías ido, pero no puse la “C” porque quizá estabas todavía en el Purgatorio.

Varias veces me pediste que cuando me dijeran que habías fallecido, ofreciera muchas Misas para salir pronto del Purgatorio.

Me parece que con todos los sufragios que han hecho por ti, ya estás en el Cielo, así que me permito poner en la carta “C” de Cielo.

 

De todos modos, no quiero olvidarme de tus numerosos defectos. Aquí solo te voy a recordar seis, porque el número siete indica perfección, y no debemos exagerar.

 

Primer defecto: a veces te ponías un poco nerviosa.

 

Segundo: a veces te enfadabas.

 

Tercero: eras celosa. Me desconcertaste cuando me preguntabas si yo quería más a la abuelita que a ti.

 

Cuarto: repetías las mismas historias (por ejemplo, que tuviste tres pretendientes, uno rico, otro guapo y otro bueno. Y que elegiste al bueno, papá).

 

Cinco: protestabas de las comidas (sobre todo cuando te ponían demasiado en el plato).

 

Seis: eras algo coqueta.

 

No digo más, pero espero que otros me envíen más testimonios, así me convenceré de que no has sido un modelo de santidad.

Sí, nunca serás canonizada. Nuestra Madre la Iglesia no te propondrá como modelo (aunque quizá podrías serlo para las personas de la tercera edad, y para los novios).

 

Sin embargo, sin embargo y sin embargo, para mí sí eres una santa. Una santa corrientilla. Santa para la gente corriente. Ese pensamiento a mí me ayuda, porque me convenzo de que los santos también tenemos defectos. Y como dicen que me parezco a ti, pues me animo. Yo también puedo ser santo. Corrientillo, pero santo.

Esto prueba que hasta los que tenemos tantos defectos podemos ser santos.

 

Y ahora, en serio.

No nos damos cuenta de lo que tenemos. Estamos viviendo entre santos.

Lo digo para que nos animemos todos. Tú, quien quiera que seas, donde quiera que estés, tú también puedes, debes, ser santo.

 

Señor Jesús, mi Señor! ¿Tú no tienes defectos?

Eres verdadero Dios y verdadero Hombre. Todo lo hiciste bien.

 

Pero tienes un grandísimo defecto…

Siempre te escondes.

Te escondes en Belén.

Te escondes en Nazaret.

Te escondes cuando quieren hacerte rey.

Te escondes al irte a rezar al Padre.

Y te escondes en la Hostia Santa. Para que te busque, arrepentido de mis defectos y de mis pecados.

 

Acoge a mamá Conchita, glorioso san José.

Acógela, mamá María.

sábado, 20 de febrero de 2021

Conchita: Seguimos mirando al cielo

 


Este Viernes pasado tuvo lugar en la Parroquia de San Nicolás de Bari de Murcia (España) la Misa en sufragio de mi madre Conchita.

Amali, una de mis queridas primas, me llamaba al final para decirme cómo había ido todo. Lo resumía diciendo: “Seguimos mirando al Cielo”


Nos habían pedido a mi hermano y a mí, sacerdotes ambos, en el Congo y en Nicaragua respectivamente, que preparásemos la homilía de esa Misa para que fuera leída.

Así lo hicimos... Bueno, Federico -l’abbé Quirós en el Congo- hizo el 97 % y yo me apunté al resto.


Aquí comparto ahora esa homilía para que Conchita nos siga ayudando a muchos:



Jesús, la Palabra de Dios, quien nos ha hablado. 

Y quizá hoy te hable a ti o a mí de tres cosas:

1 Del dolor

2 Del sentido del dolor

3 De la alegría del dolor


1 A mí me habla del dolor. No sé si también a ti. 

Acabamos de escuchar en el Evangelio de Mateo, lo siguiente: “Llegará el día en que el Esposo les será quitado: entonces ayunaran”.


Jesús había ido con gusto a la fiesta organizada por Mateo, con sus amigos publicanos. Mateo, tras la llamada del Maestro a seguirle de cerca, quería mostrar su agradecimiento. Y los fariseos ¡vaya cosa! le critican, pues piensan que no está el tiempo para banquetes, y que es mejor ser sobrios y ayunar como hacen ellos.

Y Jesús les para los pies: oíd chiquitos, ya llegará el día para sufrir, cuando se les quite al Esposo.


Jesús nos habla siempre en la actualidad de nuestra vida. Nos habla en el Evangelio de lo que nos pasa cada día. (Uno de los tesoros de Conchita era esa su lupa grande que utilizaba para poder leer claramente las Sagradas Escrituras, el Evangelio del día)


Pues bien, esta tarde, en el atardecer del primer viernes de Cuaresma, podemos acordarnos del momento más duro de la vida de Conchita -no se lo esperaba tan pronto- que fue cuando su esposo la dejó viuda. Estaba, bien lo sabéis, inconsolable. Desde ese momento miraba su propia muerte con ese sentido nupcial, predicado por el mismo Jesús: “¡Que viene el Esposo! ¡Salidle al encuentro!

Y así se fue reponiendo, poco a poco, como los Apóstoles tuvieron que reponerse cuando Jesús les hablaba de su Pasión.


El Papa Francisco nos ha animado a vivir la Cuaresma de este año 2021 desde esas otras palabras del Señor, anunciadoras de dolor: “mirad, subimos a Jerusalén...”


2 Consideremos el sentido del dolor, ese sufrir por Amor:

Jesús va anunciando a sus discípulos, y a ti y a mí el sentido último de su Pasión. Y les pide que le sigan, que le acompañen, que no tengan miedo, que se den de una vez por todas.

A mí me gustaría actuar al modo de Tomás, cuando se adelanta y anima a los demás: “¡vayamos también nosotros y muramos con Él!”


Nuestra madre, Conchita, ¡la tita Conchita para sus muchos sobrinos! nos decía precisamente eso. Igualico. 

Ella vivió, sin darse cuenta, la misma reacción que el bueno de Tomás. Ella, asombrosamente, quería su muerte.

Repetía (era muy repetidora): ‘pedidle al Señor que me lleve pronto’. ¿Por qué? ‘Para estar con el Señor, y para estar con papá’


Escuchemos un testimonio, entre otros muchos que hemos recibido, que así lo confirma:

Una profesora que la visitó al volver de un tiempo que pasó en el Congo... (También nicaragüenses residentes en España, sobre todo sacerdotes y seminaristas venían hasta Murcia para pasar raticos con ella...)

Pues esta profesora escribe:

“¡Ay... cuanto lo siento... bueno, siento no haber podido verla más y siento la perdida para usted y todos los que la querían... pero realmente me alegro profundamente por ella! Soñaba con llegar al Cielo... No olvido una conversación que tuve con ella: entraban los rayos de sol a través de la persiana de su habitación. Me señaló la luz en la pared con esa dulce sonrisa que la caracterizaba y me dijo: ‘Mira, cada noche rezo los siete dolores de la Virgen María. Y como Ella prometió que quien lo rezara, al morir, sería Ella misma quien vendría a buscarla, me gusta pensar que la veré allí mismo, como ese reflejo de sol’.


En efecto. Si es por amor, el dolor no duele.

Acabamos de leer algo de Isaías: “El ayuno que me agrada, compartir tu pan con quien tiene hambre”


Esta vida es maravillosa, aprendemos a amar, sufriendo, para gozar eternamente del Amor.

El ayuno, la pobreza, el sentir ‘cuánto me faltas’, dice también Francisco, favorece el centrar nuestra atención en los demás.


En los últimos meses, mamá, Conchita, cuando la llamábamos de lejos..., pues resulta que no estaba en su habitación, había salido... para acompañar a otras residentes, para cuidar de quien tenía más necesidad:

Estoy con Vicenta... o con Catalina... o con Encarnita...

Estoy en la capilla...

Estoy oyendo Misa, llámame después...


3 En tercer lugar, pensemos en la alegría del dolor. Ese saborear el abrazo del perdón.

Uno de los salmos más bonitos, más sentidos, es el salmo 50 que ha sonado también en nuestros oídos y ha llegado al corazón (qué bien suena la Palabra de Dios durante la Misa) cuando dice: “El sacrificio que agrada a Dios: un corazón contrito”


Mamá, Conchita, es una de esas santas, que no se puede decir que sean santas, porque son de la puerta de al lado.

Una de esas santas que nos empujan a buscar y a amar a Jesús escondido en la Eucaristía.

A buscarle con corazón dolido.

¡Qué buen sabor el del abrazo del perdón cuando reconocemos con corazón contrito: ‘Yo he podido hacer mucho más! ¡Yo puedo hacer mucho más!


Los 19 de febrero como hoy, el beato Álvaro del Portillo, primer sucesor de san Josemaría, celebraba su santo, que era precisamente otro beato: el beato Álvaro de Córdoba... Ahora que él también ha sido beatificado, no sé cómo se hace... 

Pues en 1975 estábamos en Roma papá, mamá y los FAR los tres hijos: Federico, Alfredo y Ricardo (Así, FAR, nos llamaba papá) 

Allá en Roma, el beato Álvaro del Portillo nos quiso recibir. Fue un encuentro precioso en el que el tiempo se nos pasó volando. Al terminar, cuando le daba un abrazo a Ricardo, le dijo: ‘Aprieta, a ver si se me pega algo’

Ya sabía don Álvaro que en Ricardo había un corazón generoso. Nadador. Heredado del amor de sus padres.

Pero lo más interesante para todos nosotros podría ser el darnos cuenta que, sin querer, el beato Álvaro dejó aparecer la humildad de esos santos silenciosos.

Hombres y mujeres con un corazón habituado a la contrición, un corazón que no tiene razones para darse importancia y que agrada tanto a Dios.

Es un sentir contrito, esperanzado: ¡Yo puedo amar mucho más!

Mamá, Conchita... ¡a ver si se me pega algo de ti!


“Mirad, subimos a Jerusalén...” nos habla Jesús.

Y en el Calvario voy a morir. Morir de Amor y por Amor.

La Eucaristía que estamos celebrando es la actualización real, no virtual, de esa Muerte y también, al mismo tiempo, de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.


Dejémonos tocar por la Palabra de Dios, dice además el Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma.

Esa Palabra que nos hiere, es Jesús.

Palabra transmitida en la Iglesia. Nuestra Madre la Iglesia a la que tanto queremos.

Palabra que no está reservada a los intelectuales o a los iniciados, sino comprensible para los corazones abiertos y sencillos.

Palabra al alcance de las ‘Conchitas’


Y para terminar, pues ya tenemos ganas de llegar a la Consagración, mamá que está aquí con el Señor, me dice a mí, y quizás también a ti: ‘Tú, quien quiera que seas, donde quiera que estés, tú puedes ser santo. Tú puedes también ser santa. 

Fíjate, yo soy como tú y tú vas a morir como yo. 

Vale la pena morir de Amor. Y para eso, vivir de Amor

Ven, dame un abrazo chillao.

Mira a Jesús, mira a María, mira a José y repite con calma y con alma:


Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María, descanse en paz con vos el alma mía.


miércoles, 17 de febrero de 2021

Cuaresma: Volver a Casa

 


Me han conmovido las palabras del queridísimo Papa Francisco este Miércoles de Ceniza, al comenzar el tiempo de Cuaresma.

He aquí unos fragmentos de su homilía:

Iniciamos el camino de la cuaresma. Este se abre con las palabras del profeta Joel, que indican la dirección a seguir. Hay una invitación que nace del corazón de Dios, que con los brazos abiertos y los ojos llenos de nostalgia nos suplica: "Vuélvanse a mí de todo corazón" (Jl 2, 12). Vuélvanse a mí.

La cuaresma es un viaje de regreso a Dios. Cuántas veces, ocupados o indiferentes, le hemos dicho: "Señor, volveré a Ti después, espera... Hoy no puedo, pero mañana empezaré a rezar y a hacer algo por los demás". Y así un día después de otro. Ahora Dios llama a nuestro corazón. En la vida tendremos siempre cosas que hacer y tendremos excusas para dar, pero, hermanos y hermanas, hoy es el tiempo de regresar a Dios.

Pero nos preguntamos: ¿cómo proceder entonces en el camino hacia Dios?

> Nos ayudan los viajes de regreso que nos relata la Palabra de Dios. Miramos al hijo pródigo y comprendemos que también para nosotros es tiempo de volver al Padre. Como ese hijo, también nosotros hemos olvidado el perfume de casa, hemos despilfarrado bienes preciosos por cosas insignificantes y nos hemos quedado con las manos vacías y el corazón infeliz. Hemos caído: somos hijos que caen continuamente, somos como niños pequeños que intentan caminar y caen al suelo, y siempre necesitan que su papá los vuelva a levantar. Es el perdón del Padre que vuelve a ponernos en pie: el perdón de Dios, la confesión, es el primer paso de nuestro viaje de regreso.

> Después necesitamos volver a Jesús, hacer como aquel leproso sanado que volvió a agradecerle. Diez fueron curados, pero sólo él fue también salvado, porque volvió a Jesús (cf Lc 17,12-19). Todos, todos tenemos enfermedades espirituales, solos no podemos curarlas; todos tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos que nos paralizan, solos no podemos vencerlos. Necesitamos imitar a aquel leproso, que volvió a Jesús y se postró a sus pies.

> Además... estamos llamados a volver al Espíritu Santo. La ceniza sobre la cabeza nos recuerda que somos polvo y al polvo volveremos. Pero sobre este polvo nuestro Dios ha infundido su Espíritu de vida. Entonces, no podemos vivir persiguiendo el polvo, detrás de cosas que hoy están y mañana desaparecen. Volvamos al Espíritu, Dador de vida, volvamos al Fuego que hace resurgir nuestras cenizas, a ese Fuego que nos enseña a amar. Seremos siempre polvo, pero, como dice un himno litúrgico, polvo enamorado. Volvamos a rezar al Espíritu Santo, redescubramos el fuego de la alabanza, que hace arder las cenizas del lamento y la resignación.

(Vale la pena meditar el texto completo)

Cuaresma: Volver a Casa. Dios nos invita a regresar a Él, para volver a encontrar la alegría de ser amados.  

viernes, 12 de febrero de 2021

Conchita: la otra carta

 


También me gusta mucho esta foto de mi madre en plena juventud, anticipo del Cielo, donde están los auténticos bienes.


Managua, 11 de febrero de 2021

Querida mamuchi:

Al leer la carta  última de mi hermano Fede, yo también te escribo. Lo hemos venido haciendo desde hace tiempo porque las cartas, nos decías, se leen y releen muchas veces y tú así lo preferías porque cada vez te costaba más seguir una conversación telefónica. Ahora, ya en Dios, nos ves y nos oyes perfectamente.

Gracias, mamá, por tu celo y cuidados de madre maravillosos, a pesar de que yo, niño tonto, me disgustara por estar tan pendiente de mí, de lo que comía o de lo que hacía dentro y fuera de casa. Pero la verdad es que no quería crecer, no quería hacerme mayor. Se estaba muy bien contigo y con papá y Fede, después también Ricardo.


Soñaba con ser de mayor "taxista" o "futbolista"

Taxista porque me encantaba subir al coche con papá, que conducía muy bien. Esos viajes largos juntos. Uno de los primeros que recuerdo fue precisamente a Lourdes, la fiesta que hoy estamos celebrando. Recorrimos toda España y cruzamos la frontera para entrar en Francia. Acompañábamos a mis padrinos Alfredo y Pilar. Luego también contigo mamá -ahí con un poco más de susto- pero orgulloso ya que fuiste una de las primeras mujeres al volante de nuestro pequeño "Seat 600", matrícula MU 36424.

Y futbolista por esas tardes domingueras en las que íbamos a ver los partidos de nuestro querido Real Murcia CF en la Vieja Condomina, toda la familia y el tito Pepe y el tito Ramón, en las que había que sujetarte para que no gritaras azarosamente a los árbitros.

Pero hubo un momento en el que por imperativos del Amor tuve que partir. Lo recuerdo perfectamente. Fue en la estación de trenes, allá en el barrio del Carmen. Costó. Ambos sabíamos que tenía que dejar el hogar paterno y materno. Era julio de 1972.

Con frecuencia me reprochabas que había dejado a mi hermano pequeño solo. Pero ya ves que te equivocabas, porque ha sido al revés: ¡Qué hubiera sido de nosotros sin Ricardo! Él y Chari con Fede, Riki, María y Lucía han sido el fundamento de todos estos años.


Hubo que partir, pero Dios no separa nunca. Así te lo recordó el Beato Álvaro del Portillo cuando nos recibió en Roma en 1975 y te regaló además un rosario que has tenido siempre contigo. También ahora nuestra unión se estrecha muchísimo más. Es la unidad que da Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.



Aquí en Nicaragua se preocupaban cuando les decía que éramos tres hermanos, todos varones, y me preguntaban sobre quién te acompañaba. No sabían que somos familia de verdad y numerosa. Tengo 16 primos y 16 primas. Algunos de ellos tienen la dicha de ser tus ahijados de bautismo, aunque tú los querías y quieres a todos muchísimo, y ellos a ti, así como con los amigos de Fede, Ricardo y míos.

¡Cómo nos quiere Dios ya que hemos sido hechos a su imagen y semejanza!

¡El Cielo es volver a casa!

Eso sí, con la misión cumplida, como tú, mamá.

Me despido como siempre. Un millón de besos de tu hijo de en medio

Alfredo


jueves, 11 de febrero de 2021

Conchita


 El tránsito de este mundo al otro es como un desfile para el que tenemos que engalanarnos. Por eso me gusta especialmente esta foto de mi madre CONCHITA GIL de QUIRÓS a la que hoy se le ha dado cristiana sepultura, ya que fue llamada a esa fiesta, tras la muerte.

Por este motivo, sus hijos, desde el Congo y Nicaragua, le hemos mandado sendas cartas para que fueran leídas en la despedida momentánea.

Aquí va la de mi hermano Federico:

Lubumbashi, 10 de febrero de 2021

Mamaíca mía:

Pues aquí estoy otra vez, de fiesta, pensando en lo contenta que estás.

Siempre me decías que le pidiera al Señor que te llevara pronto y rápido. Que querías irte con papá. Nos hacías sufrir y entonces aceptabas continuar un poco más. El día 2 le pedí al Señor que te concediera 3 años más de vida, para llegar a los 99, pero ya ves que Él te quiere más que yo y te ha dicho que ya era suficiente.


 Tu foto con la orquídea me gusta sobre todo porque detrás se ve el retrato de tu boda y también lo que por aquí han llamado "tus reliquias": las bolsitas de plástico que confeccionabas para regalarlas.

Han pasado 9 años en la Residencia "Hogar de Nazaret". Pienso que has sido feliz al estar tan cerca del Sagrario. Durante el confinamiento, cuando no te dejaban salir de tu habitación, te escapabas, con el andador pasillo arriba, con el andador ascensor abajo, para entrar en la capilla y quedarte en la oscuridad rezando por Nicaragua, el Congo y con tantas intenciones.

Cuando nos propusiste ir a la Residencia no nos hizo ninguna gracia. Nos costó, especialmente a Ricardo, pero tú sabías que era lo mejor. ¡Has estado tan acompañada! Nunca hubieras recibido tantas visitas. Hasta el mendigo de la parroquia de san Nicolás se presentó un día y te dio la gran sorpresa. Y cuando le quisiste dar algo te respondió: pero señora, no he venido a pedir limosna, sino a visitarla... Toma, le dijiste, no seas tonto.

Llevábamos unos días en que la comunicación por teléfono no pasaba. Y por fin un día oigo tu voz. Yo esperaba escuchar, como siempre, tu alegría... pero con toda naturalidad, y en voz baja, me dices: -¿puedes llamar más tarde? Estoy oyendo Misa en la tele.

Yo creo que lo que me dijiste es para nota. Que te has ganado el ser una de esas santas de la puerta de al lado de las que habla el Papa Francisco. Y que se lo digan a tu amiga Vicenta y a las demás residentes a las que ibas a acompañar. Habrá que sugerir a don José Manuel (obispo de Murcia) que abra tu proceso de beatificación.

Es cierto que, a veces, te ponías nerviosa. Pero es que los santos tenemos también defectos. Y digo "tenemos" porque todos podemos ser santos. Hasta Chari y Ricardo, que ya es decir. Todos.

¿Verdad que ha sido maravilloso que en tus pocos días de agonía, dormida, siguieras haciendo tanto bien? Rosa inventó lo de la rueda (turnos), pues como tenían que acompañarte de uno en uno o de una en una, se iban relevando y te quedabas a solas con ellos. Entonces tu Ángel les animaba a rezar, a cantar y a decidirse a cambiar. Yo también quiero cambiar.

En el seminario de Lubumbashi, mostré a los seminaristas el mensaje del primo Jose, que decía: "He estado hace poco más de una hora con vuestra madre en la residencia. No ha abierto los ojos y ha estado dormida todo el tiempo. He rezado a su lado bastantes oraciones. Le he vuelto a dar la Unción de enfermos y he hecho a su lado comuniones espirituales. Le he dado varias veces la absolución con la indulgencia plenaria. Está tranquila, dormida y parece que pronto se la llevará el Señor. Le he dado un beso de vuestra parte. Estoy muy unido a vosotros en vuestras oraciones y pidiendo por ella a diario en la Santa Misa" 

Han quedado muy impresionados, aprendiendo lo grande que es ser sacerdote.

San Josemaría decía que el 90 por ciento de nuestra vocación se lo debemos a nuestros padres. Yo estoy seguro de que te la debo al 100 por 100. Porque en las cosas de Dios no hay divisiones, nos comemos el pastel entero.

Te seguiré escribiendo, aunque ahora tenemos comunicación directa. Prepárame un buen sitio, si es posible al lado de María. Y es posible, porque en el Cielo, tú lo sabes mejor que yo, no hay distancias. Todos podremos estar muy junticos.

Un abrazo chillao de tu hijo que te quiere

Fede




sábado, 6 de febrero de 2021

Oración contemplativa. Mirada sobrenatural


 "Desarrollar en nosotros, junto a Dios, esa mirada sobrenatural, nos lleva a desentrañar el bien que hay detrás de todo lo creado, incluso en donde pensamos que está ausente, porque nada se escapa de su plan amoroso, que siempre es más fuerte.

Nos lleva a valorar de una manera nueva la libertad de los demás, a desprendernos de la tentación de decidir por ellos, como si de nuestras acciones dependiera el destino de todo.

También comprendemos mejor que el obrar divino tiene sus procesos y sus tiempos, que tampoco debemos ni podemos controlar.

La oración contemplativa nos lleva a no obsesionarnos con querer solucionar problemas  de manera inmediata, sino a disponernos mejor para descubrir la luz en todo lo que nos rodea, también en las heridas y debilidades de nuestro mundo.

Procurar ver con los ojos de Dios nos libera de una relación violenta con la realidad y con las personas, ya que buscamos entrar en sintonía con su amor omnipotente, más que obstaculizarlo con nuestras torpes intervenciones.

Santo Tomás de Aquino afirma que la 'contemplación será perfecta en la vida futura, cuando veamos a Dios cara a cara, haciéndonos perfectamente felices'

El poder de la oración está en que podemos participar de esa visión de Dios ya aquí en la tierra, aunque siempre sea 'como a través de un espejo' (1 Cor 13,12)"

En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...