sábado, 20 de febrero de 2021

Conchita: Seguimos mirando al cielo

 


Este Viernes pasado tuvo lugar en la Parroquia de San Nicolás de Bari de Murcia (España) la Misa en sufragio de mi madre Conchita.

Amali, una de mis queridas primas, me llamaba al final para decirme cómo había ido todo. Lo resumía diciendo: “Seguimos mirando al Cielo”


Nos habían pedido a mi hermano y a mí, sacerdotes ambos, en el Congo y en Nicaragua respectivamente, que preparásemos la homilía de esa Misa para que fuera leída.

Así lo hicimos... Bueno, Federico -l’abbé Quirós en el Congo- hizo el 97 % y yo me apunté al resto.


Aquí comparto ahora esa homilía para que Conchita nos siga ayudando a muchos:



Jesús, la Palabra de Dios, quien nos ha hablado. 

Y quizá hoy te hable a ti o a mí de tres cosas:

1 Del dolor

2 Del sentido del dolor

3 De la alegría del dolor


1 A mí me habla del dolor. No sé si también a ti. 

Acabamos de escuchar en el Evangelio de Mateo, lo siguiente: “Llegará el día en que el Esposo les será quitado: entonces ayunaran”.


Jesús había ido con gusto a la fiesta organizada por Mateo, con sus amigos publicanos. Mateo, tras la llamada del Maestro a seguirle de cerca, quería mostrar su agradecimiento. Y los fariseos ¡vaya cosa! le critican, pues piensan que no está el tiempo para banquetes, y que es mejor ser sobrios y ayunar como hacen ellos.

Y Jesús les para los pies: oíd chiquitos, ya llegará el día para sufrir, cuando se les quite al Esposo.


Jesús nos habla siempre en la actualidad de nuestra vida. Nos habla en el Evangelio de lo que nos pasa cada día. (Uno de los tesoros de Conchita era esa su lupa grande que utilizaba para poder leer claramente las Sagradas Escrituras, el Evangelio del día)


Pues bien, esta tarde, en el atardecer del primer viernes de Cuaresma, podemos acordarnos del momento más duro de la vida de Conchita -no se lo esperaba tan pronto- que fue cuando su esposo la dejó viuda. Estaba, bien lo sabéis, inconsolable. Desde ese momento miraba su propia muerte con ese sentido nupcial, predicado por el mismo Jesús: “¡Que viene el Esposo! ¡Salidle al encuentro!

Y así se fue reponiendo, poco a poco, como los Apóstoles tuvieron que reponerse cuando Jesús les hablaba de su Pasión.


El Papa Francisco nos ha animado a vivir la Cuaresma de este año 2021 desde esas otras palabras del Señor, anunciadoras de dolor: “mirad, subimos a Jerusalén...”


2 Consideremos el sentido del dolor, ese sufrir por Amor:

Jesús va anunciando a sus discípulos, y a ti y a mí el sentido último de su Pasión. Y les pide que le sigan, que le acompañen, que no tengan miedo, que se den de una vez por todas.

A mí me gustaría actuar al modo de Tomás, cuando se adelanta y anima a los demás: “¡vayamos también nosotros y muramos con Él!”


Nuestra madre, Conchita, ¡la tita Conchita para sus muchos sobrinos! nos decía precisamente eso. Igualico. 

Ella vivió, sin darse cuenta, la misma reacción que el bueno de Tomás. Ella, asombrosamente, quería su muerte.

Repetía (era muy repetidora): ‘pedidle al Señor que me lleve pronto’. ¿Por qué? ‘Para estar con el Señor, y para estar con papá’


Escuchemos un testimonio, entre otros muchos que hemos recibido, que así lo confirma:

Una profesora que la visitó al volver de un tiempo que pasó en el Congo... (También nicaragüenses residentes en España, sobre todo sacerdotes y seminaristas venían hasta Murcia para pasar raticos con ella...)

Pues esta profesora escribe:

“¡Ay... cuanto lo siento... bueno, siento no haber podido verla más y siento la perdida para usted y todos los que la querían... pero realmente me alegro profundamente por ella! Soñaba con llegar al Cielo... No olvido una conversación que tuve con ella: entraban los rayos de sol a través de la persiana de su habitación. Me señaló la luz en la pared con esa dulce sonrisa que la caracterizaba y me dijo: ‘Mira, cada noche rezo los siete dolores de la Virgen María. Y como Ella prometió que quien lo rezara, al morir, sería Ella misma quien vendría a buscarla, me gusta pensar que la veré allí mismo, como ese reflejo de sol’.


En efecto. Si es por amor, el dolor no duele.

Acabamos de leer algo de Isaías: “El ayuno que me agrada, compartir tu pan con quien tiene hambre”


Esta vida es maravillosa, aprendemos a amar, sufriendo, para gozar eternamente del Amor.

El ayuno, la pobreza, el sentir ‘cuánto me faltas’, dice también Francisco, favorece el centrar nuestra atención en los demás.


En los últimos meses, mamá, Conchita, cuando la llamábamos de lejos..., pues resulta que no estaba en su habitación, había salido... para acompañar a otras residentes, para cuidar de quien tenía más necesidad:

Estoy con Vicenta... o con Catalina... o con Encarnita...

Estoy en la capilla...

Estoy oyendo Misa, llámame después...


3 En tercer lugar, pensemos en la alegría del dolor. Ese saborear el abrazo del perdón.

Uno de los salmos más bonitos, más sentidos, es el salmo 50 que ha sonado también en nuestros oídos y ha llegado al corazón (qué bien suena la Palabra de Dios durante la Misa) cuando dice: “El sacrificio que agrada a Dios: un corazón contrito”


Mamá, Conchita, es una de esas santas, que no se puede decir que sean santas, porque son de la puerta de al lado.

Una de esas santas que nos empujan a buscar y a amar a Jesús escondido en la Eucaristía.

A buscarle con corazón dolido.

¡Qué buen sabor el del abrazo del perdón cuando reconocemos con corazón contrito: ‘Yo he podido hacer mucho más! ¡Yo puedo hacer mucho más!


Los 19 de febrero como hoy, el beato Álvaro del Portillo, primer sucesor de san Josemaría, celebraba su santo, que era precisamente otro beato: el beato Álvaro de Córdoba... Ahora que él también ha sido beatificado, no sé cómo se hace... 

Pues en 1975 estábamos en Roma papá, mamá y los FAR los tres hijos: Federico, Alfredo y Ricardo (Así, FAR, nos llamaba papá) 

Allá en Roma, el beato Álvaro del Portillo nos quiso recibir. Fue un encuentro precioso en el que el tiempo se nos pasó volando. Al terminar, cuando le daba un abrazo a Ricardo, le dijo: ‘Aprieta, a ver si se me pega algo’

Ya sabía don Álvaro que en Ricardo había un corazón generoso. Nadador. Heredado del amor de sus padres.

Pero lo más interesante para todos nosotros podría ser el darnos cuenta que, sin querer, el beato Álvaro dejó aparecer la humildad de esos santos silenciosos.

Hombres y mujeres con un corazón habituado a la contrición, un corazón que no tiene razones para darse importancia y que agrada tanto a Dios.

Es un sentir contrito, esperanzado: ¡Yo puedo amar mucho más!

Mamá, Conchita... ¡a ver si se me pega algo de ti!


“Mirad, subimos a Jerusalén...” nos habla Jesús.

Y en el Calvario voy a morir. Morir de Amor y por Amor.

La Eucaristía que estamos celebrando es la actualización real, no virtual, de esa Muerte y también, al mismo tiempo, de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.


Dejémonos tocar por la Palabra de Dios, dice además el Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma.

Esa Palabra que nos hiere, es Jesús.

Palabra transmitida en la Iglesia. Nuestra Madre la Iglesia a la que tanto queremos.

Palabra que no está reservada a los intelectuales o a los iniciados, sino comprensible para los corazones abiertos y sencillos.

Palabra al alcance de las ‘Conchitas’


Y para terminar, pues ya tenemos ganas de llegar a la Consagración, mamá que está aquí con el Señor, me dice a mí, y quizás también a ti: ‘Tú, quien quiera que seas, donde quiera que estés, tú puedes ser santo. Tú puedes también ser santa. 

Fíjate, yo soy como tú y tú vas a morir como yo. 

Vale la pena morir de Amor. Y para eso, vivir de Amor

Ven, dame un abrazo chillao.

Mira a Jesús, mira a María, mira a José y repite con calma y con alma:


Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María, descanse en paz con vos el alma mía.


No hay comentarios:

En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...