viernes, 26 de febrero de 2021

Viernes de Cuaresma: Abstinencia de carne

 

Viernes de Cuaresma, días en los que la Santa Madre Iglesia nos propone abstenerse de comer carne como señal de penitencia.

Y surgen las discusiones y argumentos que califican de absurdo o anticuado ese mandamiento de la Iglesia.

Y todas esas discusiones son estériles si se centran en la “materialidad” del churrasco, la albóndiga, el pollo o los mariscos...


Vale, entonces, lo que leí recientemente y que da luz sobre el tema:


La verdadera penitencia no es sólo el hecho de cambiar la carne por el queso, sino la entrega de la voluntad propia en algo “tan tonto” como cambiar la carne por el queso. 

Sería muy fácil encontrar todo tipo de razonamientos sobre la idoneidad, o no de ese cambio cuando lo que realmente tiene que cambiar es el propio corazón. No comer carne es no alimentar ese yo omnisciente que clama por ganar una batalla tan nimia como la de sustituir un alimento u otro.


La abstinencia nos pone frente a lo que ‘podemos hacer’ pero no llevamos a cabo por una causa mayor: el amor. Si nuestra penitencia está vacía de amor, si no la vivimos como un acto de amor −importante, aunque nos hayamos “acostumbrado”−, entonces, de seguro, comenzaremos a juzgarla como una rutina tonta a la que no le vemos sentido.


Como en cualquier relación de amor, al fin y al cabo, de eso se trata en la vida cristiana, el partido se juega en el alma con las expresiones del cuerpo. Así lo señala el propio Catecismo: “La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración y la limosna”.


Guardar la abstinencia es, por tanto, una manifestación −bastante sencilla, además−, de amor. Hacemos memoria, en cierto modo, de un sacrificio infinito con un gesto sencillo en la forma. 


Con esas penitencias cuaresmales, con la abstinencia en este caso, nos unimos, en el fondo, a la Pasión de Cristo tomando una ínfima parte de la cruz, tan ínfima que nos puede producir, si lo pensamos bien, cierto sonrojo: no es mucho lo que nos pide la Iglesia un viernes de Cuaresma… Podríamos decir que es bastante menos de lo que nos pide un dietista para todos los días. Pero, como en la Misa, Cristo coge nuestras pequeñas negaciones y las eleva. Como escuché decir una vez: “de pasos cortos está empedrado el camino del cielo”.


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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...