sábado, 26 de junio de 2021

Una historia de amor

 


El Evangelio de la Misa para conmemorar a san Josemaría es el de la pesca milagrosa (Lucas 5, 1-11) cuando el Señor sube a la barca de Pedro y, después de enseñar a las gentes desde allí le dijo: “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar…”

He aquí, un precioso comentario para la meditación personal. Cierto que no es “Evangelio en corto” como acostumbro, pero lee despacio y verás que se te hace corto:


En el lago de Genesaret confluyeron dos dimensiones. En un lado, estaba Dios. En otro lado, unos pescadores. El primero tenía un plan eterno. Los segundos, el plan de todos los días. 

Y entonces, Dios decidió que el plan de todos los días había de convertirse en un plan eterno. Era el primer capítulo de una historia de amor. 

Así que subió a la barca. Al principio, ellos pensaron que le estaban haciendo un favor. Poco a poco, fueron percibiendo que el gobierno de la barca lo iba tomando Él. Después, cayeron en la cuenta de que estaban presenciando algo extraordinario: una pesca milagrosa. Al final, cuando volvieron a la orilla, habían entendido que nunca nada sería igual. Era como si abrieran los ojos por primera vez. Entonces lo dejaron todo. Para ganarlo todo. Para ganarlo a Él. 

Lo que pasó en Genesaret se ha repetido infinidad de veces, tantas como seres humanos han poblado la tierra. Muchos, por desgracia, no se dieron cuenta. Y entonces su vida se desarrolló siempre en una sola dimensión. 

Pero afortunadamente, muchos otros sí se dieron cuenta. Antes de Genesaret, Dios había ido a Nazaret a contarle a María su plan eterno. Siglos después, fue a Milán a remover a Agustín. A Siena a avisar a Catalina. A Pamplona a sacudir a Íñigo. A Uganda a llamar a Carlos. Todos dijeron que sí, y como aquellos primeros pescadores, cambiaron el curso de la historia. 

“Parece que os han escogido uno a uno..., decía. —¡Y así es!” (Surco 220). 

Pasados los siglos, decidió también ir a Logroño, a despertar con unas huellas en la nieve a un chico nacido en Barbastro llamado Josemaría. El procedimiento fue el mismo, el de siempre: subir a la barca y, si la respuesta es positiva, ir haciéndose poco a poco amo y Señor. La conclusión fue la misma: el chico entendió que ya nada sería igual. Que el amor es jugarse la vida a una carta. Y dejándolo todo, lo siguió. 

Como ya dijimos, Dios había decidido que el plan de todos los días había de convertirse en un plan eterno. La vida ordinaria de los hombres y de las mujeres había de ser el lugar de su encuentro permanente con el Creador. 

Sin embargo, a fuerza de no vivirlo, a muchos se les había olvidado. Así que la misión de este nuevo pescador de hombres fue precisamente esa: gritarle al mundo, con palabras, pero sobre todo con la vida, que cada instante tiene valor de eternidad. Que Cristo pisó esta tierra y la santificó. Que Jesús trabajó, que Jesús Resucitado cocinó un pez (cfr. Juan 21, 9), y, por lo tanto, toda actividad humana puede ser divina. 

La fiesta de san Josemaría es un motivo de acción de gracias a Dios porque nos recuerda con particular fuerza ese deseo que tiene el Señor de unir su vida a la nuestra, ese anhelo que tiene desde siempre de que escribamos la historia de nuestra vida a cuatro manos, dejando que Él sea también autor y protagonista. 

“Si respondes a la llamada que te ha hecho el Señor, tu vida —¡tu pobre vida!— dejará en la historia de la humanidad un surco hondo y ancho, luminoso y fecundo, eterno y divino” (Forja 59). 

La vida de Josemaría Escrivá de Balaguer puede ser para cada cristiano un estímulo maravilloso para recordar que nuestra existencia, independientemente de cómo y dónde se desarrolle, puede recibir la luz de Cristo y reflejar también esa luz para los demás. No hay excusas que valgan: podemos decir que no a la invitación, pero ya no podemos fingir que estamos sordos, que nadie nos avisó. “Yo tampoco pensaba que Dios me cogiera como lo hizo. Pero el Señor —déjame que te lo repita— no nos pide permiso para "complicarnos la vida". Se mete y... ¡ya está!” (Forja 902).

Todos, sin excepción, estamos llamados a ser santos. Esa es la voluntad de Dios, y ese es el único camino que conduce a la felicidad plena. 

Cristo ha subido a tu barca, a la mía. De nosotros depende que el desenlace sea una nueva historia de amor. Como la de Josemaría y todos los santos que existieron antes que él.

sábado, 19 de junio de 2021

Remordimientos


 La nobel polaca Wislawa Szymborska tiene un poema titulado "Elogio de la mala conciencia" que dice así:


"El buitre no tiene nada que reprocharse.

los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra.

No dudan de lo apropiado de sus actos las pirañas.

El crótalo se acepta sin complejos a sí mismo.

No existe un chacal autocrítico.

El tábano, la langosta, la tenia y el caimán viven como viven y así están satisfechos.

De cien kilos es el corazón de la orca, pero no le pesa.

Nada más animal que una conciencia limpia en el tercer planeta del sol."


Y yo añado: los remordimientos serán buenos si nos llevan a la contrición y ésta a la confesión sacramental donde se alcanza el perdón, la verdadera libertad de quien es imagen de Dios, hijo de Dios.

jueves, 10 de junio de 2021

El novio


 Ya terminando la Octava del Corpus Christi y en vísperas de la fiesta del Corazón de Jesús, es interesante esta experiencia que cuenta el periodista Antonio Moreno en la revista Omnes:

Madrugada del 21 de agosto de 2011. JMJ de Madrid. El Aeródromo de Cuatro Vientos, en el que casi dos millones de jóvenes se disponían a pasar la noche, aparecía sorprendentemente calmado tras la repentina tormenta que casi provocó la suspensión de la vigilia con Benedicto XVI. ¿Ha visto usted alguna vez a dos millones de jóvenes, fuera de casa, de noche y yéndose a dormir? Pues yo sí. ¡Y dicen que ya no se ven milagros!

Ante tal sosiego, decidí aprovechar para ir a aprovisionarme de agua, pues el día siguiente se anunciaba bastante caluroso y, en horas punta, las colas eran insufribles. Por el camino, me pareció divisar a lo lejos, cabizbaja, a una de las chicas del grupo al que acompañábamos. Esther pasaba por una mala racha. Los padres se habían quedado en paro y ella había tenido que aparcar los estudios para trabajar en una hamburguesería y arrimar algo a la familia. Para colmo, acababa de cortar con Juan, el novio con el que todos dábamos por hecho que se terminaría casando.

La seguí con la mirada y vi cómo, antes de llegar a la zona de reparto de comida, se desviaba hacia el lado opuesto, en dirección a otra gran carpa. Me dejó con la mosca detrás de la oreja, pero continué hacia mi destino donde me entretuve con unos amigos a quienes hacía años que no veía.

De regreso a mi sitio, me topé de frente con Esther y parecía una persona distinta. Una gran sonrisa llenaba su rostro, que parecí resplandecer.

- Niña, ¿qué haces? ¿De dónde vienes tan contenta? -le pregunté.

- Nada -sonrió-, de ver a mi novio.

- Ah, perdona, yo pensaba que ya no...

- No, no -me tranquilizó-. No he vuelto con Juan. Este es mejor. Si quieres conocerlo, está ahí, en aquella carpa. Anda, ¡ve y lo verás! -me animó mientras se alejaba-.

Aturdido en principio por la respuesta, decidí ir a satisfacer mi curiosidad sobre aquella misteriosa carpa. Cuando llegué, el espectáculo era realmente único. Cientos de jóvenes en total silencio, arrodillados, adoraban al Santísimo Sacramento expuesto en una preciosa custodia.

Impresionado, caí también de rodillas y comencé a dar gracias por aquel regalo inmenso que me acababan de hacer. Di gracias a Dios por Esther, por aquellos jóvenes que me evangelizaban con su fe, por haberse querido quedar entre nosotros de esta forma tan sencilla y oculta a los ojos del mundo.

Este domingo, en la parroquia, nos dijeros que este año tampoco habrá procesión del Corpus Christi por las calles. Mientras el párroco daba explicaciones, mi vista se fue de inmediato hacia dos bancos m{as adelante. Ahí estaba Esther con Juan, que es ahora su marido, y con su hija de dos años en brazos. Consiguió acabar la carrera, casarse y ahora acompaña, además, a un grupo de jóvenes de la parroquia.

Desde aquella JMJ, siempre que paso por una tormenta en mi vida me acuerdo de aquel "ve y lo verás" de Esther, y busco el sagrario más cercano, para arrodillarme de nuevo ante "el novio" que, aunque este año no haya salido a buscarnos, está siempre ahí, en la carpa más alejada de los ojos de la mayoría.


miércoles, 9 de junio de 2021

Conchita C-6: "De las profundidades a las cimas"

 


Hoy se cumplen cuatro meses de la marcha de mi madre. Y por ser día 9 mi hermano Fede manda su habitual carta al Cielo. Es la C-6:


Kinshasa, 9 juin de 2021

Mamaica mía:

Ya sabes que desde el 30 de mayo he vuelto a Kinshasa. Voy a vivir en un centro que se llama Kemi, al lado del hospital Monkole.

Ahora estoy en Yangambi cambiando experiencias con l'abbé Vianney (En el Congo a los sacerdotes se les llama l'abbe) Cambiamos tareas y él marcha a mi querida Lubumbashi.

La imagen que caracteriza a Lubumbashi, la capital del cobre, es la del "terrier", montaña semejante al Tabor creada con la escoria de las minas.


Y la divisa de la ciudad es "Ex imis ad culmina". "De las profundidades a las cimas" 

Muchas veces medité e hice meditar sobre cómo gracias a la profundidad de la vida interior (entre lo más material de nuestra vida), alcanzamos a contemplar, admirar y alabar a Dios.

Y ahora en Kinshasa, he tenido ya una gran alegría al saber que seré capellán y profesor del ISSI (Institut Supérieur en Sciences Infirmiéres), la escuela de enfermeras aneja al hospital Monkole.


Me parece, mamá, que tú has intervenido en este nuevo destino.


Fíjate en el escudo de ISSI: Nada menos que las flores del frangipanier, el sacuanjoche de Nicaragua, que es uno de los símbolos nacionales de la patria de Alfredo.



Ya le estoy sacando partido en esta semana de reparación, de consolación al Corazón de Jesús. Ángeles consoladores como aquel que le dijo al oído, en el huerto de Getsemaní, una sola palabra que tanto le animó: ¡María! 
Vale la pena, Jesús, gracias a tu Sangre, María será Inmaculada.




Ya tendré ocasión de contarte más cosas de este nuevo encargo que me has conseguido (y de otros más).


Voy de Guatemala a Guatemejor

Te quiere tanto tu hijo

Fede




domingo, 6 de junio de 2021

William


 Esta madrugada de ¡Domingo! fallecía mi buen amigo William Colleman, después de haber pasado varias semanas en el hospital afectado por el covid.

Como nuestro Jesús, la cama de la UCI con el ventilador, los tubos, cateter, sueros... ha sido la cruz desde la que habrá podido oír: "Te lo aseguro HOY estarás conmigo en el Paraíso"

He buscado enseguida consuelo en la Misa, renovación del Sacrificio Redentor que nos lleva a la Resurrección y asombrosamente lo he encontrado con las palabras inspiradas de la segunda lectura:

 "Nuestros sufrimientos momentáneos y ligeros nos producen una riqueza eterna, una gloria que los sobrepasa con exceso. Nosotros no ponemos la mira en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno. Sabemos que, aunque se desmorone esta morada terrena, que nos sirve de habitación, Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas" (2 Corintios 4, 16-18)

Conocí a William cuando trataba de conquistar a Dulce. Asistí a su matrimonio hace nueve años. Dios los bendijo con tres hijas: María Valentina, María Victoria y María Valeria. Ahora más esposo y padre que nunca.

Muchas veces me visitaban en Villa Fontana. Y yo comprobaba que es una realidad que el matrimonio, la familia, es camino de santificación.

¡Cómo crece nuestra "Comunión de los santos"!

En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...