domingo, 22 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad (Tercera y última parte)


Tercer y último capítulo del Cuento de Navidad, que es Verdad
Cuento que hemos de agradecérselo a M. Ángeles Oliveros:

Una noche en que la luna era grande y hermosa como un recental en primavera vieron con asombro que empezaba a nevar una luz dorada y celeste, los copos resplandecientes llenaban el aire de algo sobrenatural. Se sentían hechizados por aquella extraña luz que los envolvía cuando de pronto, se hizo visible un ángel que les dijo:
− “No temáis, os traigo una buena nueva, una gran alegría que es para todo el pueblo, pues os ha nacido hoy un Salvador que es el Mesías Señor en la ciudad de David”.
Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo:
− “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.
El ángel chico comprendió que había tenido cumplimiento lo dispuesto por Dios y se unió en alabanzas al coro de los ángeles desbordado de alegría.
Cuando se fueron al cielo dijeron los pastores:
− “Vayamos a Belén a ver esto que Dios nos ha anunciado”.
Hicieron apresuradamente los preparativos y todos cogieron regalos: pieles, corderos, queso, leche y miel.
Por el camino el ángel chico se dio cuenta de que Raúl no llevaba nada. Disimuladamente pregunto:
− ¿Dónde llevas tu regalo?
Raúl bajo la cabeza y no contestó. El ángel chico no comprendía la actitud de Raúl. Precisamente él le había estado insinuando que ofreciera al Niño recién nacido lo que tuviera para él más valor, porque aquel Niño era Dios hecho Hombre.
Y siguió preguntando:
− ¿No olvidas nada, no deseas volver para coger alguna cosa?
Raúl dijo con voz desabrida:
− No, no olvido nada.
Raúl que iba contento de vez en cuando se ponía triste.
El ángel chico estaba intrigadísimo con el comportamiento de Raúl. No hablaron más en todo el camino.
Después de una larga caminata pasada la media noche llegaron a Belén.
Antes de llegar al pueblo vieron un establo envuelto en aquella luz dorada y resplandeciente. Entraron y encontraron al Niño con su Madre. San José avivaba el fuego con un matojo. Un grupo de pastores que se les había adelantado bailaba al son de una zambomba que imitaba el rebuzno de una burra.
En medio de aquella alegría los pastores fueron ofreciendo sus regalos.
Aunque radiante de alegría, el ángel chico estaba inquieto por Raúl, que demoraba el tiempo de acercarse al Niño. Se quedó el último y cuando ya nadie reparaba en él, se acercó al pesebre y con los ojos húmedos dijo:
− Yo te he traído como regalo lo que más quiero: el ángel chico; es mi mejor amigo pero yo sé que en el cielo era tu juglar y quiero dejártelo para que te entretenga.

El Niño-Dios se emocionó con el desprendimiento de Raúl. Y en recuerdo de este suceso en los nacimientos junto a los ángeles grandes se pone siempre un ángel pequeño en el portal.


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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...