domingo, 22 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad (Segunda parte)


Segunda parte del Cuento de Navidad titulado EL ÁNGEL CHICO.
Recuerda que la Navidad no es un cuento, es Verdad. Al imaginar lo que sucede siempre nos quedamos cortos.

El ángel chicho acató respetuoso el deseo de Dios. Bajo a la Tierra y emprendió el camino de las montañas de Judá. Era de noche cuando llegó. Una luz lo guio hasta una cabaña de pastores donde por la puerta entreabierta salía el llanto de un niño. Temió haber llegado con retraso y entró apresuradamente.
− Buenas noches soy el enviado de Dios para proteger a Raúl.
Nadie pareció escucharle. Tampoco se habían percatado de su presencia. Entonces se acordó de que era un ángel y por lo tanto invisible a los hombre. Responsable de su misión se puso a proteger al niño.
De vez en cuando Dios le pedía cuentas de su trabajo y el ángel chico relataba todos los peligros de los que había librado a Raúl.
Raúl creció de prisa, a los pocos años ya acompañaba a su padre que poseía un hermoso rebaño de ovejas y corderos. Pasaban días enteros en los pastizales donde se familiarizo con el calor y el frio el viento y la lluvia con las plantas aromáticas y las flores de las colinas. Conocía uno a uno los prados y las altas montañas donde se refugiaba el gavilán. Jugaba con los animales amigos y temía al lobo, a la garduña, al lince y al turón.
Mientras brillaba en el cielo la lámpara de oro, todo era actividad: conducir el rebaño a los pastos y a los abrevaderos, buscar la oveja perdida, llevar en hombros al que no podía caminar…
La lámpara de plata invitaba al reposo y la contemplación.
Muchas noches se reunían con otros pastores y mientras los mayores contaban historias Raúl miraba las estrellas. Las distinguía por su resplandor, les ponía nombres. !Qué pena no tener un amigo con quien compartir aquella belleza.! ¡Hubiera sido tan hermoso contar las estrellas entre los dos!
Una noche que se entretenía con estos pensamientos sintió dentro una voz.
− Alégrate Raúl porque no estás solo yo estoy contigo.
− ¿Quién eres tú?
− Yo soy un ángel chico enviado por Dios. Tengo el encargo de ser tu guardián y de protegerte. No me ves porque soy un espíritu que te acompaña a todas partes y te insinuó el bien; podemos ser amigos y hablar, también contar juntos las estrellas.
El ángel chico sabía muchos juegos e historias que entusiasmaban a Raúl. Un día le contó como en el cielo era el juglar de Dios. El pequeño pastor se embelesaba oyéndolo hablar de todo lo que inventaba para divertir a la Trinidad y de como Dios −Hijo− se complacía especialmente con él.

Aquel invierno llegó especialmente crudo, los pastores se reunían por la noche que hubieran sido interminables de no ser por las historias contadas junto al fuego. Historias de patriarcas y de reyes, de jueces y de profetas. Toda la historia de Israel transmitida oralmente de generación en generación. Casi siempre terminaban haciendo alusión al que había que venir para salvar al pueblo de sus pecados.

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...