jueves, 30 de diciembre de 2021

Don Olegario Peña

 


Conocí de mi época en las islas Canarias muy de cerca a Don Olegario Peña y me ha dado un alegrón tener noticias suyas a través de un artículo que aparece en la página web del Opus Dei.

¡Qué bien se explica con su vida lo que supone para un sacerdote diocesano de cualquier diócesis del mundo, recibir como una verdadera vocación el espíritu del Opus Dei a través de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz!


Don Olegario tiene ya 94 años, se ordenó hace 70 y desde 1969 vive el compromiso de santidad a través de su ministerio sacerdotal, tal como se enseña en la Obra.

Risueño, ágil, feliz. Es el cura más viejo de la diócesis de los que andan por la calle... En estos 70 años de sacerdote ha ido pasando por diecisiete parroquias intentando entender, querer y encender a las personas que le han asomado su alma. Ha tratado de ser un sacerdote dispuesto, con el sí en la boca, los brazos abiertos, y Jesús en sus palabras, en sus gestos, en su intención.

Le tenemos en un sofá, a la distancia de seguridad oportuna, con la mascarilla al acecho. Se le ve feliz hablando de su ministerio, de sus años en la Obra, y de esas cinco décadas prodigiosas que han pasado en la historia de las islas con personas del Opus Dei intentando santificarse por sus calles y tratando de difundir, con su ejemplo, el espíritu encarnado de un compromiso cristiano en medio del mundo.

Se le encienden los ojos hablando de su obispo, y de los obispos que han pasado por su trayectoria sacerdotal, porque han sido 'los san-pedros' de Canarias. "Tengo la obediencia muy metida en la cabeza y en el alma"

"A mí san Josemaría me robó el corazón", dice, y a él esa conexión le ha dado alas para vivir su sacerdocio. Del fundador del Opus Dei bebió conceptos fundamentales de su espíritu que salen, con naturalidad, en la conversación: la filiación divina, el valor divino de lo humano, la vida de infancia, el amor al Papa y a los obispos, el trato de cariño con la Virgen María..

Sonríe, rebobina con la elasticidad de un atleta, y entre recuerdo y recuerdo da gracias a Dios, y expresa con sencillez "que cada vez tengo más claro eso de la pata de la mesa de la que hablaba san Josemaría, de que Dios se sirve de cualquier instrumento, aunque no tenga las mejores condiciones, para extender el Reino de Cristo.

Don Olegario está así, contento y ágil a sus 94. Con esa juventud de espíritu que es capaz de tirar de cualquier no-puedo. En estos años ha construido sus muletas de optimismo con piedad y con obras. Cuesta arriba y cuesta abajo. Con marea alta y con marea baja. Con cielo claro y con 'panza de burro' (así se llama en Las Palmas de Gran Canaria al cielo nublado)

"A mí me ha servido siempre vivir con fidelidad el plan de vida, que es sagrado": Su Misa, sus ratos de oración, sus cosas con Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, María, san José. Todo eso, en medio de la agenda efervescente de un sacerdote 4x4, que a veces es las manos y los pies de un barrio, el salvavidas de más de una persona sola, el ancla que estabiliza las penas que naufragan en océanos bravíos, la boya que saca a flote la esperanza, el faro que ilumina el camino de quien no sabe a qué puerta llamar.


Con este porte palpable de juventud, el presbítero canario cuenta que sigue admirado al comprobar "cómo Dios elige a las personas", y la eficacia "de la presencia de Dios en la historia". Que sigue aprendiendo todos los días, y que ahora "aprendo a morir". Recuerda a su madre, que le explicó la Trinidad con los dedos, y elogia el fruto de su devoción a la Divina Misericordia, "que es la que me ha traído hasta aquí" y la que le ha ayudado a "encontrar soluciones para las personas" sin pasar de largo por la vida de la gente.

Esa mirada jovial que ha vencido la tentación a envejecer no mira para otro lado, como si todo el pasado hubiera sido un cuento de Navidad, No. Él ha trajinado en municipios con récords de prostitutas por metro cuadrado, y ha sabido mirarlas a los ojos y entender el alcance de aquella alerta del Evangelio: "Os precederán..." Y ha lidiado con las corrientes anticristianas y los tsunamis ideológicos del modernismo o el paganismo. Él, sacerdote encendido, ha visto y contempla cada día "la pena de que el hombre se haya olvidado de Dios y que idolatre el dinero, el poder y el placer". Su respuesta no es un cíclico ¡qué mal está el mundo! o echar el pestillo a la grandeza de su misión para evitar quemarse en el último tramo del camino. Su respuesta es tener a Dios muy presente cada día.

Combina en sus pasos el servicio a la Iglesia y su vocación al Opus Dei. Avanzan juntos al centenario su amor al Papa, a los obispos -"yo los he querido con locura"- y a san Josemaría, "que es un padrazo". Iglesia diocesana hasta los tuétanos. Espíritu del Opus Dei hasta la médula

Historial de luchas "sin perder el punto de mira de todo cristiano, que es el cielo" Él, que quería ser militar, y lleva ya setenta años de cura con los ojos achispados: "Estoy para lo que Dios quiera" Dispuesto todavía porque "mi tiempo es para dárselo a Dios"


Desde Nicaragua, Olegario, un abrazo muy fuerte. ¡Qué gran impulso sacerdotal me has dado ahora que comienza un nuevo año!


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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...