En torno a la fiesta de San Josemaría.
Después de recibir a un grupo de japonesas y de alabar las cosas buenas del Japón, pasó a hablarles enseguida como "sacerdote-sacerdote":
"Dentro de un momento voy a celebrar la Santa Misa. Las que no sois cristianas no alcanzaréis a entender su valor, pero sabed que tiene un valor infinito. Yo la voy a ofrecer hoy por todas las criaturas del Japón. Y ahora os doy la bendición...
Se pone de pie. Extiende ambos brazos hacia delante, con gesto sacerdotal, como imponiéndoles las manos desde lo alto. Las muchachas se levantan también. Unas permanecen de pie, aunque inclinan la cabeza. Otras, las creyentes, se arrodillan.
La bendición de un sacerdote es una cosa buena, como la bendición de un padre, que sólo puede traer bienes...
-En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo... Ah, quiero pediros una cosa: que roguéis -las católicas a Jesucristo, y las no cristianas, a ese Ser Supremo en quien creéis- ¡que roguéis todas, cada una a su manera, para que yo sea bueno y fiel!
Y, amodo de despedida, les hace una profunda reverencia, al estilo oriental, doblando el torso desde la cintura y apoyando las manos sobre las rodillas...Todo con el mayor respeto a la libertad de las conciencias.
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