sábado, 11 de julio de 2020

Max


Hace dos días, el jueves 9 de julio, fallecía en Managua, Max Padilla y no puedo dejar de recordarlo con mucho afecto.

Max fue una de las primeras personas que conocí, en 1996, cuando llegué a Nicaragua. Rápidamente se estableció una poderosa amistad porque nos considerábamos de la misma "quinta"

(En Nicaragua, quinta es, sobre todo, la casa de campo o de recreo. En España, quinta hace referencia a ser del mismo reemplazo en el ejército, es decir, tener más o menos la misma edad: Ambas acepciones me sirven con Max)

Hombre de gran corazón, apasionado por la vida y por la familia como don de Dios. Recuerdo el abrazo que nos dimos en la nave de la basílica de San Pedro, en Roma, en un viaje en que coincidimos en el 2002 en la ciudad eterna.

Precisamente en estos días, al leer un himno de la liturgia de las horas, lo he identificado enseguida con Max:

"Desde que mi voluntad
está a la vuestra rendida
conozco yo la medida
de la mejor libertad.
Venid, Señor, y tomad
las riendas de mi albedrío;
de vuestra mano me fío
y a vuestra mano me entrego,
que es poco lo que me niego
si yo soy vuestro y vos mío.

A fuerza de amor humano
me abraso en amor divino.
La santidad es camino
que va de mí hacia mi hermano.
Me di sin tender la mano
para cobrar el favor;
me di en salud y en dolor
a todos, y de tal suerte
que me he encontrado la muerte
sin nada más que el amor."


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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...