domingo, 12 de julio de 2020

Gente que mira bien


Siempre aprendo de los artículos de Paco Sánchez. En cuanto veo su firma, me lanzo a seguir con detalle lo que cuenta. El último, en la revista Nuestro Tiempo, de la Universidad de Navarra:

"Allá por los comienzos de los 2000 tropecé con una alumna muy singular: todos me parecen singulares, pero ella alcanzaba las alturas de lo insólito. Impartía entonces un curso de doctorado.

Ella acababa de llegar de su Argentina natal y actuaba, pensaba yo, con la precaución de quien se mueve por un terreno nada firme. Luego me di cuenta de que se trataba de una delicadeza natural pero infrecuente.

Advertí esa peculiaridad, primero, en su modo de hablar en clase. Se refería a menudo a los comentarios de los compañeros que la habían precedido y siempre para elogiarlos o para profundizar en lo que los otros habían dicho. Me alegró mucho su primera intervención, pero las siguientes me extrañaron, porque en todas replicaba, con muy pocas variantes, el patrón que he mencionado: elogio del compañero, adhesión razonada y, si acaso, alguna idea que iba más allá.

Cuando ya llevábamos más de la mitad del curso, en el típico corro de un descanso, comenté su comportamiento. Todos lo subrayaron con risas o sonrisas. menos ella, que se mostró extrañada.

- 'En Argentina -dijo- todo el mundo lo hace'

- Me atreví a responder que lo dudaba.

No sé cuánto tiempo pasó hasta la clase siguiente. Apenas recuerdo que se acercó a mi mesa en el descanso y dijo que había hablado por teléfono con compañeros suyos de Argentina, que les había contado entre risas mi extrañeza por su forma de participar en clase. También les dijo que me había explicado que en Argentina todo el mundo lo hace.

- '¿Y sabe qué me dijeron?'

Bajó la mirada hacia el yogur que se había traído de casa.

- 'Me dijeron que eso solo lo hacía yo'

Se avergonzaba de no haberse dado cuenta, pero se sentía en la obligación de corregir lo que había dicho el día anterior."

La idea o lección que podemos aprender de esta chica es clara y atractiva: No juzgues nunca las intenciones de los demás por obvias que parezcan. Mantén tu mente fresca, despejada, libre, sin rumiar ideas nocivas ni conservar malos recuerdos. La mente es como una casa. Hay que mantenerla limpia para que sea habitable. Y para ello, además de sacudirle el polvo, hay que aprender a no ensuciarla. Excelente.

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...