viernes, 14 de abril de 2017

Los clavos


Viernes Santo

"He crucificado con mis manos a más de un centenar de hombres, y nunca me ha temblado el pulso al hincar en sus muñecas los hierros que debían sujetarlos al madero. He oído sus súplicas y sus gritos de horror. He visto cuerpos jóvenes y robustos bañados en sangre, mordidos por el látigo implacable de los flageladores. He asistido impávido a su muerte y he quebrado las piernas de los cadáveres mientras espantaba las aves carroñeras que acudían en bandada para darse un buen festín. He comido y bebido junto a als cruces de los sediciosos, y he contado chistes obscenos a los demás soldados de la guardia mientras los enemigos de Roma agonizaban a pocos metros de distancia.

Nuestra misión consistía en evitar que se aproximaran a las cruces los cómplices o los parientes de los ajusticiados. Una tarea sencilla, ya que nadie lo intentaba. El olor de la sangre y los lamentos de los moribundos bastaban para alejar a la multitud. Solo las mujeres, las madres o las esposas, tenían el valor de acercarse y nosotros se lo permitíamos. No eran un peligro.

Así de simple fueron las cosas, hasta aquel día.

Cuando llegó el Nazareno al Calvario había una singular expectación. Yo mismo clavé en lo alto del poste vertical de la cruz el letrero con la causa de la condena: 'Jesús, Nazareno, Rey de los Judíos'. Era una especie de insulto dirigido a aquellos fanáticos hebreos que no acababan de someterse al César. ¡Este es vuestro rey!, les decíamos.

Pero, cuando agarré su brazo izquierdo y puse el clavo en el punto exacto, sentí algo imposible de describir. Noté por un momento que millones, cientos de millones de manos cómplices aferraban el mismo clavo y el martillo que iba a golpearlo.

Quise soltar el martillo. ¡Aquella carcajada! De verdad que la oí con toda claridad. Jesús entonces me miró en silencio, sin un reproche, casi con ternura. Y yo hice mi trabajo. La sangre del Nazareno me salpicó el rostro"

(Relatos a la sombra de la cruz)

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...