El Nacimiento de este año en Villa Fontana es difícil apreciarlo a través de fotografías, porque es abstracto. Hay que venir a verlo al natural.
No obstante, en esta última semana del adviento, iré contando algo que nos pueda ayudar para "meterse" en la "buena noticia"
En el centro, sobre un octógono medio enlosado, ¡el Misterio! (Con un invitado especial: "Pencho", adormilado pero pronto para cuidar de su Amo)
Desde el centro, como caminos que irradian la conversación de Dios con la humanidad. Con la ayuda de mensajeros. (Este año el belén está lleno de Ángeles)
Y en la periferia, distintos grupos, gremios o sociedades a los que llega el "diálogo de la salvación": los jóvenes, los comerciantes, los políticos, los militares, los artesanos, las familias etc. (Trataré de ir explicando el acontecer de cada uno de esos enclaves con sus distintos personajes)
Sobre ese "diálogo de salvación" hay una carta encíclica del beato Papa Pablo VI preciosa, para meditar en esta cuenta atrás de la inminente Navidad:
"El diálogo de la salvación fue abierto espontáneamente por iniciativa divina: 'Él nos amó primero'...
El diálogo de la salvación nació de la caridad, de la bondad divina: 'tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito'...
El diálogo de la salvación no quedó condicionado por los méritos de aquellos a los que se dirigía, ni tampoco por los resultados favorables o contrarios: 'no tienen necesidad de médico los que están sanos'...
El diálogo de la salvación se ofrece a todos, se abrió para todos los hombres sin discriminación alguna...
El diálogo de la salvación se desarrolló por etapas sucesivas, ha conocido los humildes comienzos antes del pleno desarrollo; también el nuestro habrá de tener presente la lentitud de la maduración de las personas y las cosas, y esperar la hora en que Dios lo haga eficaz. Pero no por eso nuestro diálogo dejará para mañana lo que se pueda hacer hoy; debe tener el ansia de la hora oportuna y el sentido del valor del tiempo. Hoy, es decir, todos los días, debe volver a empezar" (Pablo VI, Ecclesiam suam)
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