viernes, 1 de enero de 2016

Madre de Dios


Si nos asomamos a un templo de tradición bizantina, la mirada se nos va, nada más entrar en la nave, hacia los ojos del Cristo Pantocrátor que suele dominar la bóveda del ábside. Su rostro amable nos recuerda cómo Dios infinito ha asumido los rasgos finitos de los hijos de los hombres.

Bajo Él, adornada con colores imperiales, se encuentra María, la Toda Santa, flanqueada de arcángeles con ricas vestiduras litúrgicas.

En un tercer nivel, en fin, se disponen los apóstoles y los santos que, con nosotros, ofrecen el sacrificio de alabanza agradable a Dios Padre.

Esta imagen ayuda a entender la posición única de María en la vida litúrgica de la Iglesia. Ella es ante todo la Madre de Dios, la Theotokos: aquí se encuentra la raíz de todas las perfecciones y privilegios que la adornan. Por eso la oración mariana más antigua -si dejamos de lado la salutación angélica- la llama audazmente Dei genetrix, aquella que ha engendrado a Dios; y también por eso el culto litúrgico a María se desarrollará sobre todo a partir del concilio de Éfeso (siglo V), cuando la Iglesia define el dogma de su Maternidad divina.

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...