martes, 10 de mayo de 2016

Sacerdotes


Esta semana me encuentro en una convivencia de sacerdotes cerca de San José de Costa Rica. Hemos llegado de distintos lugares: Panamá, Bolivia, Nicaragua...y Roger desde Francia.

Y hoy se recuerda a un gran sacerdote, doctor de la Iglesia: San Juan de Ávila.

He leído un fragmento de una plática suya dirigida a sus hermanos sacerdotes de la diócesis de Córdoba, allá por 1563:

"Mirémonos, padres, de pies a cabeza, ánima y cuerpo, y vernos hemos hecho semejables a la sacratísima Virgen maría, que con sus palabras trajo a Dios a su vientre, y semejables al portal de Belén y pesebre donde fue reclinado, y a la cruz, donde murió, y al sepulcro donde fue sepultado. Y todas estas son cosas santas, por haberlas Cristo tocado; y de lejanas tierras van a las ver, y derraman de devoción muchas lágrimas, y mudan sus vidas movidos por la gran santidad de aquellos lugares.

¿Por qué los sacerdotes no son santos, pues es lugar donde Dios viene glorioso, inmortal, inefable, como no vino en los otros lugares?

Y el sacerdote le trae con las palabras de la consagración... Relicarios somos de Dios, casa de Dios y, a modo de decir, criadores de Dios; a los cuales nombres conviene gran santidad"

Como anillo al dedo en estos días y siempre.

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...