jueves, 10 de septiembre de 2015

Filosofía de la Religión


Repasando apuntes de las clases de Filosofía de la Religión de mi época de estudiante ( Me corrijo: ¡siempre es tiempo de estudio! ) reencuentro estas notas:

Todas las experiencias profundas son inquietantes, tanto las positivas como las negativas.

Las negativas porque siembran el desconcierto.

Pero no menos inquietantes son las experiencias positivas: un amor inesperado, una amistad en el momento difícil, un trabajo que alcanza sus metas a pesar de las dificultades, un contorno de hombres solidarios y diligentes...
Todo esto suscita un sentimiento que obliga a clamar a quien las goza: "esto no es fruto de mi esfuerzo, tampoco del esfuerzo del prójimo y menos aún del azar o de la necesidad física o social; todo esto me es dado a mí, me ha sido enviado, es fruto necesariamente de un amor para mí, me está siendo destinado; por ello se convierte en mi destino"

Y surge la pregunta: ¿Quién me lo envía? ¿Por qué a mí? ¿Cómo puedo asumir ese destino y cómo esa aceptación del amor que me ha sido dado es la base de mi libertad y mi futuro en el mundo?

Son preguntas que claman por una respuesta.

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...