domingo, 24 de mayo de 2020

Gloria


El Evangelio de este VII Domingo de Pascua (Juan 17, 1-11) es impresionante.

"Padre... glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humanidad, dé la vida eterna a cuantos le has confiado... Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame en ti con la gloria que tenía, antes de que el mundo existiera...
Te pido por ellos... porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Yo he sido glorificado en ellos."

Impresionante porque la gloria de Jesucristo ¡somos nosotros!

Se me asemeja a los aplausos que recibe un director de orquesta, después de un concierto que ha sido interpretado muy bien. El público puesto en pie aplaude y hace salir varias veces al director para saludar. Éste agradece esas muestras de admiración y con un gesto hace levantar a todos los músicos para que compartan con él la gloria del momento.

La conclusión es que la orquesta vuelve a tomar los instrumentos y comienza a tocar una nueva pieza de una sinfonía todavía más maravillosa, con más ritmo, con más entusiasmo de todos: director, músicos, público...

Así nosotros, en esta espera gozosa de Pentecostés (hoy es el tercero de esos diez días) tomemos los violines, trompetas, flautas, clarinetes, arpa, piano... o hasta el pequeño triángulo ¡no importa el lugar que ocupas en esta orquesta de la humanidad redimida! y toquemos esa preciosa sinfonía del trabajo bien hecho, de la fidelidad al plan de vida espiritual, del servicio a los demás en cosas pequeñas...

"Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén"

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...