lunes, 7 de abril de 2014
En Manila
Bonita anécdota con la que termina esta semblanza personal de Álvaro del Portillo.
Cuando falleció en 1994 se puso de manifiesto en los funerales en muchos templos del mundo entero la universalidad del afecto que le tenían miles y miles de personas tan variadas:
"El sábado pasado acompañé a una amiga mía a un funeral en la catedral de Manila. Íbamos en un taxi, y no conseguía reprimir sus sollozos. Como me estaba poniendo un poco nerviosa, acabé diciendo al taxista que el padre de mi amiga había muerto: era un modo de justificarla pensando en que el conductor estaría sorprendido. Pero fui yo quién acabó asombrada por lo que pasó entonces.
"-¿Su padre ha muerto en Manila?", preguntó en tagalo. "-No -respondió mi amiga-, murió en Roma".
"Entonces, su padre debe ser Monseñor Álvaro del Portillo", dijo el taxista, y añadió: "Es también mi padre".
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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...
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