miércoles, 26 de junio de 2013
Aguacero de caridad
En la Misa celebrada con motivo de la fiesta de San Josemaría, poco antes de empezar hubo un fuerte aguacero.
No impidió, por iniciativa de Mons. Silvio Báez, que hiciéramos la procesión de entrada desde la calle, por la puerta principal. Rápidamente hubo quien, atento, protegió con un paraguas a nuestro obispo.
Como la vida de San Josemaría está llena de anécdotas de caridad, que es cariño, me acordé de una de ellas, que narra Pilar Urbano. Vale la pena, aunque un poco larga, recordarla:
"Es un día plomizo y nublado de abril, en 1970. El Padre ha hecho una escapada a Torreciudad, para hacer una romería a la Virgen y, de paso, ver las obras del santuario. Está saludando a los santeros de la ermita antigua, Miguel y Antonia, su mujer, cuando se oye el frenazo en seco de un coche. Todavía con el casco puesto, llega José Manzanos, el aparejador. El Padre le da un abrazo fuerte y cariñoso. Después, cuando se desplace en coche hacia otra zona de las construcciones, se interesará por este chico. Le dicen que 'es un profesional magnífico; pero anda algo descentrado porque acaba de reñir con su novia, cuando estaban ya a punto de casarse...'. El Padre escucha en silencio. No hace ningún comentario.
Están llegando ya a un amplio lugar excavado, donde se alzarán los futuros edificios. Ha roto a llover. Se ponen los impemeables y los chubasqueros. Desde la caseta de obras, los arquitectos, Heliodoro y César, explican detalles de lo que se está cimentando: 'Ahí abajo irán las criptas de los confesonarios...' El Padre mira a un lado y a otro, como si buscase a alguien. En éstas, ve al aparejador José Manzanos, algo apartado del grupo y charlando con Teófilo Marco. Deja a los arquitectos con su explicación - que, en definitiva, es la razón del viaje- y se dirige hacia estos dos. Les agarra del brazo, uno por la derecha y otro por la izquierda, y chanceándose de ellos con simpatía, inicia un paseo despacio...sin importarle un bledo la lluvia. César se acerca por detrás, intentando proteger al Padre con un paraguas. San Josemaría se vuelve, rápido, y le dice:
-¡Pero bueno, César...! ¡Déjate estar, con el paraguas...que parezco el Negus!
El Padre sigue paseando un buen rato con José y con Teófilo, de un lado a otro, en medio del ajetreo de las obras, con el ruido tremendo de las máquinas removedoras de tierra, pisando sobre el barrizal y empapándose con el aguacero.
¿De qué hablaron? Ninguno de los tres lo contó. Lo cierto es que a José Manzanos aquella conversación le sirvió para serenarse, hacer las paces con su novia, y casarse enseguida. Antes escribió al Padre, a Roma, una expresiva carta en la que le agradecía 'todo lo que me dijo aquel día de lluvia en Torreciudad'"
Aclarar que el Negus era el título que recibía el emperador de Etiopía, por aquel entonces Haile Selassie.
Aguacero de caridad, de cariño, de estar pendiente de los demás. De seguro que en la vida de cada uno encontraremos anécdotas, muy corrientes, de fe, de esperanza, de caridad.
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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...
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