Me lo contaron recientemente:
Una religiosa observó en una ceremonia masiva en la explanada de Lourdes el rostro sereno, luminoso, radiante de un padrecito ya muy mayor, inválido, en su silla de ruedas. No pudo apartar la mirada de ese rostro y, al final, llevada por su curiosidad, se acercó al buen hombre, que resultó tenía 96 años.
-Perdone, padre, pero quisiera que me explicara cuál es su secreto para estar tan feliz y contento.
-Efectivamente creo que hay un secreto. En mi juventud prometí al Señor no quejarme nunca hasta cumplir los 100 años.
-Ah!, entonces ya le queda poco para cumplir esa promesa.
-Pues atienda, porque he hecho el propósito de al cumplir los 100 años renovar la promesa por otros 100 años más.
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