"Cumplidos los días de la purificación, salieron muy de mañana de Belén con el niño en brazos. Había que llegar antes de la hora del sacrificio del Templo; José compró las dos tórtolas e hizo la entrega para el sacrificio.
Correspondía ahora la purificación de la madre, según prescribe el Levítico. Para facilitar las cosas, José tomó al niño en sus brazos, con la soltura del que ya lo hace con fracuencia, y dejó a María cerca de la llamada puerta de Nicanor. Como una más entre el conjunto de las madres, asistió con la mayor atención al rito que ofició el celebrante mientras se cantaba el himno".
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