miércoles, 18 de diciembre de 2019

Hijos


Buena reflexión la de Isis en su blog. Interesante el enfoque. Recojo algunas ideas para no hacer largo el cuento:

"... No es cierto que para ser padres de muchos hijos (ni de uno siquiera) sea necesario tener paciencia. Es más, uno suele descubrir lo limitada que es su paciencia precisamente cuando empieza a tenerlos y educarlos. Pero es que tampoco es necesario que te encanten los niños para ser padres de varios hijos, ni es imprescindible tener habilidades especiales para la cocina, ni mucho menos ser una máquina planificando menús, visitas al médico o actividades extraescolares...

El número de hijos no va unido a las capacidades que uno tenga. No se necesitan condiciones ni atributos especiales. Con ser sensatamente imperfectos es más que suficiente.

Ahora bien, nos sentimos incapaces de abrir nuestra vida a la posibilidad de ser padres si falta una única cosa:la esperanza.

Hoy vivimos una crisis de esperanza: Si tantas parejas deciden no dar el sí, quiero para siempre no es porque hoy el matrimonio sea más difícil de vivir, sino que se debe sobre todo a una falta de esperanza.

Del mismo modo ocurre con la decisión de recibir o no un hijo. El miedo ante mi limitación, ante mi falta de paciencia o ante la ausencia de una suerte de condiciones socioeconómicas concretas solo se supera con la convicción de que no estamos solos ante el gran desafío de la vida.

Pero nos cuesta confiar más en Dios que en nuestras propias fuerzas y capacidades. Nos han dicho tantas veces eso de que si quieres, puedes o lo de cree en ti mismo, que nos hemos convencido de que tenemos en nuestro poder la llave de nuestra felicidad plena.

Muchos no creen en la Providencia porque nunca la han experimentado, pero no la han experimentado porque nunca han dado el salto en el vacío, el salto de la fe, y no le dejan a Dios la posibilidad de intervenir; lo calculan todo, lo prevén todo, tratan de resolverlo todo por sus propios medios en lugar de contar con Dios.

Recibir un hijo es de algún modo dar un salto al vacío. Todo lo que viene después se escapa a nuestra previsión, a nuestros planes y, por supuesto, a nuestras fuerzas. Podemos empeñarnos en tenerlo todo controlado, en armarnos de paciencia con la disciplina positiva o en tener una economía holgada (hoy, vale, ¿pero mañana?), sin embargo una vida humana no es una computadora que puedas formatear cuando empieza a darte problemas.

Recibir un hijo es un salto al vacío, pero con paracaídas.

Porque, como se suele decir, Dios no elige a los capaces, sino que capacita a aquellos a los que elige. 

Estar dispuestos a recibir los hijos como un don es abrir nuestra vida a la esperanza. Es sostener que la vida merece ser vivida, que la tierra es una creación maravillosa para ser habitada, que hay salvación para el ser humano y que no todo está perdido, sino más bien al contrario: que el mal(igno) ya está definitivamente vencido.

Hay esperanza. Y esta tiene nombre, Jesucristo, y no nos deja solos ante el gran desafío de nuestra vida"

Muy válida esta reflexión a pocos días del "Nacimiento de Nuestro Redentor"



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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...