viernes, 24 de julio de 2015

No hay más que una raza


Seguimos con África

La foto de Clara -haciendo honor a su nombre- con sus compañeros de clase en Nairobi me ha hecho recordar que no hay más que una raza: la de los hijos de Dios.

Mi prima Esther, excelente científica, me comentaba que gracias al estudio de las mitocondrias se ha llegado a la conclusión de que los 6.500 millones de personas que poblamos la tierra descendemos de una mujer africana, quizás de Kenia. Hasta se saben las rutas sobre las que se pobló todo el planeta.

Una sola raza con varios colores de piel por la falta de melanina, que protege de los rayos ultravioletas del sol. El cambio de color se da en millones de años ya que la naturaleza siempre actúa con paciencia.

Los colores de la piel, los cabellos crespos o lacios, las narices chatas o alargadas, los ojos achinados o redondos son adaptaciones del cuerpo humano a los diferentes ambientes en que han vivido nuestros antepasados.

Clara es una negrita desteñida que ha vuelto a sus orígenes.

Lo dicho: hemos de sentirnos hermanos de todos los hombres y mujeres de todos los continentes y de todos los tiempos. No hay más que una raza, la de los hijos de Dios.

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...