sábado, 14 de febrero de 2015

Día de los enamorados


Vuelvo a contemplar una de las escenas del retablo del Santuario de Torreciudad, donde recibí hace años la ordenación sacerdotal.

Se trata de los desposorios de María y José.
Los desposorios -aún no la boda- son el antecedente de este suceso tan decisivo y tan alegre para toda la humanidad; también muy alegre para Dios. Desposorios que son promesas de amor, de fidelidad, de lealtad. Promesas que anuncian alianzas y comunión, y que lo son ya de sueños, de planes futuros.

En la escena en primer plano, Ella: María Santísima; enfrente San José. Los dos descienden de la estirpe real de David. Son jóvenes. Ella es guapísima; su pelo está recogido en trenza, trenza de virginidad. Su mirada está fija en el anillo de fidelidad que le da José. Va vestida con brocados de oro, una túnica forrada de terciopelo azul. José, un varón vigoroso, mira la mano de María. El sacerdote bendice el compromiso. Joaquín y Ana, los padres de María, asisten como testigos a una ceremonia feliz.

Dios ha puesto en el corazón joven de María y de José un dardo de amor mutuo y fuerte. Dios prepara el hogar terreno de su Hijo. Nadie sabe más de amor que Dios.

El amor no lo hemos inventado los hombres; nació de Dios

No hay comentarios:

En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...