Así ocurrió en tiempos de San Pablo cuya conversión ahora celebramos.
A un patricio romano como Filemón no debía resultarle más extraño dar libertad a su esclavo Onésimo, acogiéndolo como un "hermano querido", de lo que a un hombre de nuestro tiempo debe resultarle -por ejemplo- abominar del aborto. Si el genio paulino consiguió que un patricio romano renunciase al derecho de propiedad sobre otro hombre que las leyes le reconocían, ¿por qué nosotros no vamos a poder conseguir que los hombres de nuestra época recuperen el concepto de sacralidad de la vida humana, por mucho que las leyes de nuestra época parezcan haberlo olvidado?
En la foto, la isla de Gran Canaria
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