miércoles, 14 de junio de 2017

Abrir los ojos


Me llamó la atención algunas respuestas de una carmelita en una entrevista con motivo de la jornada que la Iglesia dedica a orar por la vida contemplativa en la reciente fiesta de la Trinidad:

¿Cómo se mira el dolor de la gente en época de crisis desde el refugio de un convento?

Miramos desde el amor el dolor del mundo, intentamos mirar con los ojos de Dios. Con ojos abiertos porque ya decía Juan de la Cruz que contemplar es abrir los ojos con advertencia de amor. Y abrir los ojos significa comprender el sufrimiento, hacerse cargo de él, acompañar a las personas y mantener la esperanza y la confianza. Significa escuchar y permanecer.
Por otro lado, el convento no es un refugio. El único refugio que existe es el de quien elige aislarse y mirar a otra parte, cosa imposible para quien vive con Dios.

¿Cómo rezar en medio de las prisas y el vértigo del mundo actual?

En cualquier parte, en cualquier circunstancia se puede vivir la amistad. De una manera o de otra, depende de nosotros. Siempre es posible acudir a lo interior y encontrarse con Él. Y desde ahí, cualquier situación de la vida se puede convertir en encuentro, en presencia, en oración.
La prisa y la velocidad de la vida pueden traer dificultades concretas y aumentar la necesidad de espacios verdes interiores, pero no impiden aquello que decía Teresa de Lisieux sobre la oración: levantar la mirada, tener un impulso en el corazón...

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...