De nuevo en este semestre estoy impartiendo la clase del Tratado de DIOS UNO Y TRINO a los alumnos del primer año de Teología en el Seminario Arquidiocesano de Managua.
En la foto, de izquierda a derecha: Enyel, Domingo, José Antonio, Walter, David y José Vicente, falta Melvin.
En el prólogo del manual de mi profesor Lucas Mateo Seco recuerda las lentas tardes de Pamplona, tranquilas y tantas veces lluviosas, en las que hemos sido felices contemplando juntos, desde nuestra ladera temporal, el insondable misterio del Dios Uno y Trino, que es eternamente joven e inmensamente feliz, porque es una inefable comunión de Personas en un acto eterno de Inteligencia y de Amor.
Ahora, algunos años después, es lo mismo. Sólo habría que sustituir lo de las "tardes de Pamplona" por las "mañanas luminosas de Managua" (las clases las tenemos de 8 a 11 am)
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