Lógico que el día de hoy, a treinta años de aquella ordenación sacerdotal, la memoria se vaya al Santuario de Torreciudad.
En el retablo se suceden distintas escenas de la vida de María desde sus desposorios con San José.
Sin perder un ápice de belleza, el escultor va plasmando en el rostro de la Virgen el paso de los años.
Pero en la última ventana -la de la Asunción y Coronación de Nuestra Señora por la Santísima Trinidad- se vuelve a la juventud y claridad del comienzo y, no se sabe cómo, superándola con creces.
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