En la casa de Cerro Azul, donde estoy pasando estos días, hay una galería de altares en la que los sacerdotes que participamos en la convivencia podemos celebrar con devoción la Misa.
Al fondo de la galería hay un pedestal con una imagen de la Virgen, que tiene a un Jesús juguetón en sus manos. Parece muy vivo y muy cómodo en las manos de la Madre.
A mí me gusta y ayuda mucho esa representación de Nuestra Señora. Desconozco el título o advocación de María, pero me ayuda a pensar que yo también tengo a Cristo vivo en mis manos durante la celebración de la Eucaristía.
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