Hoy, día de los Difuntos, me ha llamado la atención una lectura de San Ambrosio sobre la muerte de su hermano Sátiro:
"Tenemos un médico, sigamos sus remedios...
¿Qué más podremos decir sobre la muerte, si el ejemplo de Cristo nos demuestra que ella sola consiguió la inmortalidad y se redimió a sí misma? Por esto no debemos deplorar la muerte, ya que es causa de salvación para todos; no debemos rehuirla, puesto que el Hijo de Dios no la rehuyó ni tuvo en menos el sufrirla...
La vida del hombre, condenada por culpa del pecado a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó a ser digna de lástima: era necesario dar fin a estos males, de modo que la muerte restituyera lo que la vida había perdido. La inmortalidad es más una carga que un bien, si no entra en juego la gracia".
No hay comentarios:
Publicar un comentario