domingo, 26 de septiembre de 2010

Realeza

En la biografía de la reina Isabel de España, William Th. Walsh cuenta que en Córdoba la reina se vio en la necesidad de buscar nuevo confesor; acudió entonces a cierto jerónimo que se llamaba Fray Hernando de Talavera, hombre piadoso e instruído.

El monje se sentó en una silla e hizo un gesto respetuoso con la mano instando a la reina a arrodillarse, como cualquier otro penitente. Isabel se quedó atónita. Sus confesores siempre se habían arrodillado ante ella como muestra de deferencia hacia su persona.

"Reverendo Padre", dijo, "la costumbre indica que ambos debemos arrodillarnos".

Fray Hernando contestó: "Hija mía, la confesión es el tribunal de Dios, en el que no existen reyes ni reinas, sino simplemente pecadores; y yo, a pesar de mi indignidad, soy Su ministro. Lo justo es que yo me siente y vos os arrodilléis".

La reina obedeció y confesó sus pecados. Más tarde diría: "Éste es el confesor que yo buscaba". Y duranta algunos años conservó junto a ella a Talavera como su director espiritual.
En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...