El domingo 13 de mayo de 1917, en un lugar escondido de la Serra do Aire, en el centro de Portugal, tres niños salían con sus rebaños, después de haber asistido a la Santa Misa. Se dirigieron hacia los pastos de Cova da Iria. Empujaron el rebaño hacia la parte alta de la propiedad, sobre la cima de la colina. Allí, sin perder de vista a las ovejas, se pusieron a jugar a albañiles, uno de sus pasatiempos preferidos. Esa vez, se trataba de levantar una cerca protectora, alrededor de una hermosa mata de brezo blanco, del que sus padres podrían hacer escobas. Era mediodía. De pronto, ante ellos, y sobre una carrasca, en el centro de una gran aureola de luz que los envolvió, vieron a una hermosa Señora, más resplandeciente que el sol.
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