Hoy, en este tiempo de Pascua, tocaba recitar este precioso himno en la liturgia de las horas:
La bella flor que en el suelo / plantada se vio marchita / ya torna, ya resucita / ya su olor inunda el cielo.
De tierra estuvo cubierto, / pero no fructificó / del todo, hasta que quedó / en un árbol seco injerto. / Y, aunque a los ojos del suelo / se puso después marchita, / ya torna, ya resucita, / ya su olor inunda el cielo.
Toda es de flores la fiesta, / flores de finos olores, / más no se irá todo en flores, / porque flor de fruto es ésta. / Y, mientras su Iglesia grita / mendigando algún consuelo, / ya torna, ya resucita, / ya su olor inunda el cielo.
Que nadie se sienta muerto / cuando resucita Dios, / que, si el barco llega a puerto, / llegamos junto con vos. / Hoy la cristiandad se quita / sus vestiduras de duelo. / Ya torna, ya resucita, / ya su olor inunda el cielo. Amén.
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