Parte de la tarea de los hijos de Dios se resume en crear a su alrededor un ambiente de comprensión, de disculpa, de lealtad.
Lo ha dicho Jesús: "Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado" (Juan, 15.2).
Y San Agustín recomienda el siguiente consejo: "procurad adquirir las virtudes que creéis que faltan en vuestros hermanos, y ya no veréis sus defectos, porque no los tendréis vosotros".
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