sábado, 19 de enero de 2019
Tierra Santa: Mar de Galilea
Primera salida larga a Galilea. Con la preocupación de que Juan Pedro (Uruguay) tuvo que ser hospitalizado anoche por una indisposición. Gracias a Dios, a la vuelta, ya estaba en casa mucho mejor.
Día espléndido de sol y claridad. Lo agradecimos. Directos al Monte de las Bienaventuranzas. ¡Qué gozo cuando divisamos ya el lago desde el autobús! Allí, en la ladera del Monte, tuvimos la Misa, en uno de los altares dispuestos en el entorno con vistas al lago. El altar en el centro con bancas por los cuatro costados. Yo, estratégicamente, me puse mirando ese Mar de Galilea. Pensé que la gente, en aquel entonces, estaría de espaldas al lago, mirando a Jesús. Pero también pensé que yo, en la Misa, soy Jesús. Fue en latín y cantamos varias partes. Me acordé que en ese lugar el beato Álvaro del Portillo había pedido que las Bienaventuranzas fuera el programa de vida de todos en el Opus Dei. Yo hice lo mismo y me acordé muy especialmente de todos los que frecuentan los medios de formación en Villa Fontana y La Rivera.
Luego fuimos a la iglesia que conmemora la multiplicación de los panes y los peces. De lejos, porque no se podía pasar al presbiterio, vi el famoso mosaico y un pequeño "Nacimiento", justo debajo del altar, con figuritas simpatiquísimas, sobre todo de María y de José, ambos en la misma posición, como entregándonos a Jesús, Pan de Vida.
Desde allí, andando, y siempre cruzándonos con un grupo numeroso de Nigeria, que nos sonreíamos divertidos, hasta la iglesia del Primado de Pedro. Ronit, nuestra guía, nos instaló en una especie de aula al aire libre, preparadas para los grupos de peregrinos y que están dedicadas a cada uno de los Papas que pasaron por allí, empezando por San Pedro. ¡Nos tocó la de San Juan Pablo II!
Yo, con prisa, me acerqué enseguida a la playa para tocar el agua y signarme con ella, llenar un botecito y recoger piedras, chapinas y caracolas... Cuando llegaron los demás, rezamos por el Papa Francisco, tal como nos lo pide constantemente.
(constancia de autenticidad)
La roca, dentro de la iglesia, donde Jesús se sentó con aquellos siete apóstoles, ya resucitado, impresiona. Y todos la besan con unción. Varias veces intenté rezar el "credo" porque me trababa.
La siguiente parada fue Cafarnaum, la ciudad de Jesús. A la entrada me acordé del centurión. Y en la iglesia construida sobre la casa de Pedro la atención fue hacia el Sagrario en forma de T franciscana y en una de las paredes donde está escrito parte del discurso eucarístico del Señor
Por fin, después de un auténtico "bocata" como dicen los españoles, preparado por la administración de Saxum, nos embarcamos cerca de Magdala. Muchas fotos del lago, más que por turistear, para que se nos quedaran grabadas las vistas que miró el mismo Jesús y sus apóstoles.
Fue emocionante cuando el barco paró sus motores en medio del lago y estuvimos treinta minutos en silencio, en oración, mientras se leían los textos del Evangelio con todo lo que pasó en ese Mar de Galilea.
De regreso a la orilla me puse de pie en la proa. Me daba la impresión de caminar sobre las aguas... Aguas que estaban en "una gran calma" como dice el Evangelio "después de la tempestad"
Tanto a la ida como a la vuelta pasamos al lado del Tabor. En la vuelta, con una preciosa puesta de sol.
(el monte Tabor, desde el bus, esta tarde)
(Me parece que hoy me he alargado en el relato, Tendré que ser mucho más breve, para no desvelarme y para no hacer largo el cuento... Pero es que son ¡tantas cosas!)
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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...
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