Hoy hicimos tres visitas que colman bastante en la Ciudad de David, la parte que conquistó el rey y que ahora queda fuera de la muralla.
La primera visita fue a San Pedro in Gallicantu. Ya había estado allí, pero es uno de los sitios más cuidados. Invita a la contrición, y de hecho acudí al Sacramento de la Confesión. Fue fácil con tanto sacerdote en la expedición y me confesé en uno de los varios confesonarios que hay en esa bella iglesia.
Bellos mosaicos adornan las muchas capillas. Destacan todos los que hacen referencia a las negaciones y el arrepentimiento de San Pedro. Pero me llamó también la atención el dedicado a Santa María Magdalena, la pecadora que lloró a los pies de Jesús. Santa María Egipciaca, gran penitente y Santa Pelagia, cortesana convertida, que se retiró al Monte de los Olivos a hacer penitencia.
Este lugar de las negaciones de Pedro está construido sobre el palacio de Caifás. Y se conserva la prisión, foso profundo en el que Jesús pasó prisionero, después de su prendimiento. Todos cupimos estrechamente en esa fosa, donde rezamos.
Callejeando con el nuevo guía, Jaime, judío argentino que lleva 30 años en Israel, llegamos a la segunda visita: la Basílica de la Dormición de María. Majestuosa.
Pudimos entrar en la preciosa cripta donde hay una imagen de mármol policromado de María dormida. Me acordé de rezar especialmente por varias intenciones familiares. Se estaba muy a gusto allí contemplando a la Virgen.
En el pequeño techo redondo que hay encima de la imagen hay mosaicos de varias mujeres bíblicas, empezando por Eva. Fotografié a Rut, la moabita.
Y al fondo, una representación muy solemne de la Virgen con los Apóstoles recibiendo al Espíritu Santo
Ya arriba, en la iglesia, es gigantesca y muy bella la imagen de Nuestra Señora. Encomendé mi sacerdocio a la Virgen (fui ordenado un 15 de agosto) y fijé mi atención en una de las capillas: "Ecce Agnus Dei"
Y la tercera visita fue más que visita: En el Cenacolino, el lugar de culto más cercano a la sala grande donde se instituyó la Eucaristía, celebramos la Misa.
Una Misa muy esperada. Allí celebró el Beato Álvaro del Portillo por última vez, antes de irse al Cielo. Traté de imitar su devoción y piedad desde que empecé a revestirme con los ornamentos sagrados. Presidió el Padre Vicente Azcona (Brasil) y sonó fuerte en los oídos y el corazón esas palabras de la Consagración: "Hagan esto en conmemoración mía"
Al terminar de dar gracias, nos dirigimos -siempre dentro de la ciudad antigua de David- al predio donde estaba el Cenáculo, y subimos a la terraza con una vista panorámica desde el Monte Sión.
De vuelta a Saxum y al bajar del bus se despidió de nosotros el chofer (en los últimos días tendremos otro) que es un árabe de nombre Saada, puntualísimo siempre, buen tipo.
Y mañana, más.
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