Cogido al vuelo
No sabemos si Dios creó a Adán por la mañana o por la tarde. Yo me inclino a pensar que por la mañana, porque Dios no tiene pereza y cuando piensa en hacer lo hace y ya está. Además Yaveh, Dios, tenía muchas ganas de ver la cara que ponía Adán al ver el Paraíso que había creado para él, su criatura predilecta.
Lo primero que sintió Adán fue como si alguien le soplara en la cara y ese soplo le diera vida, vigor a todos sus miembros. Parpadeó; un poco deslumbrado por el sol, respiró hondo, suspiró con gozo y con agilidad se puso en pie. Él no lo sabía, pero tenía un cuerpo muy bien proporcionado, musculoso sin exagerar, bello.
Movió los dedos de sus pies sobre una mullida alfombra de hierba, todo rodeado de flores blancas y amarilla que acabó llamando "narcisos", sin saber muy bien por qué. Entre las flores volaban pequeños seres, unos con alas desproporcionadas y vistosas, otros con alas invisibles que emitían un ligero zumbido. Todo olía muy bien, una brisa tibia acariciaba su rostro y cerró con placer los párpados, aunque pronto volvió a abrirlos porque no quería perderse ningún detalle.
Adán tenía curiosidad insaciable y se fijaba con mucha atención en todo lo que se movía. Sí, decididamente le atraía el movimiento: las ramas de los árboles con sus hojas empujadas por el viento, pajarillos que saltaban por las ramas, otras aves que planeaban en el cielo adornado con bellas nubes blancas. Pronto descubrió un animal con las patas traseras grandes y orejas largas y tiesas. Estaba embobado y balbuceante, pero pronto vio que podía pronunciar palabras: mariposa, álamo, jilguero, golondrina, conejo... como llamándolos. Mas nadie le hacía caso, ni se daba por aludido.
Adán era feliz, pero echaba en falta algo. Ninguno de los seres que le rodeaban se fijaba en él, nadie le miraba del mismo modo como él miraba a los demás. Una sensación extraña, como si le faltara algo...
