viernes, 25 de mayo de 2018

Amor verdadero


Me ha gustado mucho un artículo de Juan Luis Selma, quien fuera compañero mío en la Universidad de Valencia y en el Colegio Mayor Albalat, allá por los años 70 y ahora sacerdote también. Entre otras cosas se pregunta:

¿Existe el amor verdadero?

¿Qué es lo que lo hace verdadero? ¿Hay falsificaciones del amor?

Creo que todos nos damos cuenta de cuándo se nos quiere de verdad o no. Hay como un sexto sentido que delata al amor.
Tenemos sed de ser amados, y aunque nos cueste admitirlo nos frustra el no poder amar.

Comentaba un oven conquistados que, después de un montón de encuentros con un montón de chicas, encontró a una diferente y se dio cuenta que había perdido la capacidad de quererla, tras aprovecharse de tantas había olvidado que el amor no es aprovechado.

Confundimos amor con interés, amor con sentimiento. Incluso amor con sexo.

¿Pero qué es lo que hace que yo me sienta amado?

No es el que me utilicen, o el que me den muchos cariñitos. Es algo más profundo. El amor tiene que ver con lo incondicional, con lo duradero. Con el bien, ¡me quieren bien! Con el conocimiento, me conocen y me comprenden. También con lo real, me quieren como soy, ¡a pesar de ser como soy! En el amor hay algo divino.

El amor lleva a querer bien al amado, a desearle todo lo mejor, a verle feliz. El amor es lo contrario del egoísmo, del bien para mí. El amor entiende de entrega, de sacrificio gustoso, de perpetuidad.

El amor tiene que pasar varias pruebas y purificaciones que le aseguren que no es un disfraz de egoísmo: el paso del tiempo, de las decepciones, y de muchos condicionantes que solemos añadir.


Sí que existe el amor verdadero, hay una fuente de amor y hay una escuela.

Hay un amor que perdona y disculpa, que da oportunidades, que pasa la prueba del tiempo. Que no se busca a sí mismo, que es capaz de hacer feliz al otro. Que es grande y sin limites, como el océano.

Un amor fácil de identificar, imposible de falsificar. Un amor fecundo, fructífero, feraz como campo fértil. Que da vida.

El amor que no es sólo sentimiento. Es elección, decisión que me compromete.

Puede nacer en el sentimiento, en la atracción y en el feeling, pero pasa a la voluntad: quiero quererte y decido quererte, libremente te elijo.

Ese acto de libre elección hace auténtico el amor. Le aporta duración. Lo hace incondicional: porque lo he decidido quiero quererte, te quiero a pesar de todo.

Un amor que sabe que pasará la trepidación del enamoramiento y llegará a la serenidad del amor maduro. Un amor que ama la totalidad del otro, que no se queda en lo anecdótico, que comprende y sabe recomponer los platos rotos. Que sabe renacer de las cenizas una y otra vez como el ave Fénix.

Comentaba una buena señora, que después de muchos años de estar separada, estaba atendiendo al que fue su marido noche tras noche en un hospital y que en un momento de mejoría éste le preguntó cómo era posible que le tratara tan bien: "con lo mal que yo te he tratado".

¿De dónde sacar las fuerzas para seguir amando sin condiciones? ¿En qué escuela te enseñan a amar así?

El amor es algo muy divino.

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...