Estoy de acuerdo con Alejandro D'Avenia cuando comenta que un tercio de la población mundial ya no ve la Vía Láctea.
Uno de cada dos europeos solo ve algunas constelaciones del total de casi tres mil estrellas, todas de colores diversos, que podría observar solo con sus ojos (¡y hasta medio millón con un catalejo!) si el cielo estuviese limpio.
Es cada vez más raro que los hombres sean arrebatados por esa "sensación de infinitud" precisamente porque cada vez tienen el infinito menos al alcance de la vista
El cielo nocturno debería convertirse en Patrimonio de la Humanidad, igual que las más preciadas creaciones humanas.
Restituirle al cielo nocturno su identidad nos ayudaría a recordar que hay cosas de las que no podemos apropiarnos, que solo podemos recibir.
(Precisamente las noches de noviembre y diciembre en Nicaragua son las más preciosas y nítidas, estrelladas... ¡Y en plena Novena de la Inmaculada!)
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