miércoles, 15 de noviembre de 2017

En las relaciones profesionales


"La mayoría de los hombres tienen cosas preciosas y otras sin valor: lo poco valioso está a la vista; pero lo bueno reposa oculto, a mayor hondura, que es preciso descubrir. Cuando se reconoce esta realidad, se transforman las relaciones entre las personas. A partir de esta convicción nadie es ya un número, una ficha. Y todo hombre y mujer que está ante nosotros es un ser único que merece admiración, reconocimiento; es alguien por descubrir y admirar.

En las relaciones profesionales se ignora con frecuencia o se olvida esta realidad. Y convertimos a estas personas, con quienes compartimos muchas horas cada día, casi en objetos: están ahí, hablamos con ellas, forman parte de nuestro mundo, pero no nos damos cuenta de su realidad personal. A veces las consideramos más como competidores, fastidiosos y molestos. Construimos un cliché de lo que creemos que son y los mantenemos así, con un cartel invariable, como una imagen fija, prefabricada.

Aquel hombre o aquella mujer cuya mesa dista escasos metros de la mía, es alguien, es un yo que vive, padece, tiene familia, alienta ilusiones, afronta dificultades. Forma parte, además, de mi equipo de trabajo, estamos involucrados en una tarea común.

Si yo soy áspero con esta persona, le amargo el día, aumento su malestar y quizá la alejo de Dios. Si no le presto ayuda, la dejo abandonada en medio de las dificultades. Si la ignoro, la ofendo, Si quiero destacar y brillar sobre ella con mis logros y no le facilito informaciones que necesita, ahogo su trabajo.

Ayudar, apoyar y compartir son las acciones que cuadran en este contexto y que se materializan en hacer favores, quizá pequeños, facilitar la tarea, echar una mano, sacar de apuros, acompañar cordialmente, restar importancia a los errores, buscar juntos las soluciones. Conviene crear entre el equipo de trabajo un clima de confianza, cordialidad y buen humor en el que cada uno pueda sacar a flote su mejor yo y todos trabajen con alegría en la medida de lo posible.

(Alumnos del Máster en Derechos Humanos en la Universidad de Navarra, procedentes de diversos países, entre ellos Nicaragua)

Cuando el respeto está presente en las oficinas, en los despachos, en las salas de profesores, en las redacciones, en los talleres, en los quirófanos, en las fábricas, en los laboratorios, etc., es posible esta armonía en la que afloran los valores ocultos, la riqueza que todos llevamos dentro.

El respeto es factor de unidad y de cohesión en los grupos humanos, produce confianza, crea serenidad, permite un trabajo eficaz, facilita un ambiente favorable a la buena marcha de los proyectos, permite relaciones de amistad. En definitiva, es la clave del éxito en las empresas y de los trabajadores en ellas."

(Valía la pena este fragmento, un poco largo, del último libro de Francisco Fernández Carvajal sobre las virtudes humanas, porque con mucha frecuencia te llegan lamentos del ambiente laboral. Y conviene ayudar a mejorar.)

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...