sábado, 2 de diciembre de 2017
¡Dios viene!
¡Dios viene!
Esta breve exclamación abre el tiempo de Adviento y resuena especialmente a lo largo de estas semanas, y después, durante todo el año litúrgico.
¡Dios viene!
No se trata simplemente de que Dios haya venido, de algo del pasado; ni tampoco es un simple anuncio de que Dios vendrá, en un futuro que podría no tener excesiva trascendencia para nuestro hoy y ahora.
¡Dios viene!
Se trata de una acción siempre en marcha; está ocurriendo, ocurre ahora y seguirá ocurriendo conforme trascurra el tiempo.
¡Dios viene!
En todo momento. En cada instante de la historia, sigue diciendo el Señor: "mi Padre no deja de trabajar, y yo también trabajo" (Juan 5, 17)
El Adviento nos invita a tomar conciencia de esta verdad y a actuar de acuerdo con ella. "Ya es hora de que despertéis del sueño"; "estad siempre despiertos"; "lo que a vosotros os digo, a todos los digo: ¡velad!" (Rom 13, 11; Lucas 21, 36; Marcos 13, 37)
Son llamadas de la Sagrada Escritura en las lecturas del primer domingo de Adviento que nos recuerdan estas constantes venidas del Señor.
No ayer, no mañana, sino hoy, ahora. Dios no está solo en el cielo, desinteresado de nosotros y de nuestra historia; en realidad, Él es el Dios que viene.
La meditación atenta de los textos de la liturgia del Adviento nos ayuda a prepararnos, para que su presencia no nos pase desapercibida.
(En la foto, preparando el árbol de Navidad en la Residencia Universitaria Villa Fontana)
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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...
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