El pasado sábado estuve en la Catedral de León, en una Ordenación Sacerdotal. Me tocó un lugar, en una nave lateral, justo enfrente de la Segunda Estación del monumental Via Crucis.
Creo que no fue distracción el fijarme en el gesto de Jesús, con su túnica blanca, acogiendo el madero.
Sirva esta reflexión de Ernestina de Champourcin:
"Sea mi Cruz la que Tú me escogiste. Quiero recibirla de tus manos, que me darán también fuerza para sostenerla, júbilo para ocultarla y amor para sonreír bajo su peso, como si llevase en mis hombros un rosal perfumado.
No temo el dolor porque Tú vas delante de mí. Tus pies liman la asperezas del camino y señalan el atajo por donde Tú pasaste, la ruta inefable que te condujo a la gloria del Padre y que dejaste abierta para todos. ¡Sea nuestra Cruz, Señor, la que Tú has dispuesto!"
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