lunes, 8 de febrero de 2016
Consolar
Nuevamente Jaime nos ofrece unas notas que, en este año jubilar, nos sirven para reflexionar sobre una de las "obras de misericordia": Consolar al que llora.
A menudo las lágrimas -como es el caso de la viñeta de Mafalda- tienen un maravilloso efecto purificador de la memoria. Lo vemos tantas veces en los niños, y en los adultos, que, llenos de arrepentimiento, piden perdón con ojos llorosos diciendo que no lo harán más. Esas son lágrimas buenas, que -por así decir- lavan la acción, purifican a su autor y llevan al olvido la acción lamentable que hubiera cometido.
"A mí siempre me impresionan las lágrimas. Me parece importante valorarlas y aprender a consolar a quien llora. Hay que saber ponerse a su lado y echar nuestro brazo sobre sus hombros para hacerle sentir el cálido apoyo de nuestro afecto, ofreciéndole, si fuera preciso, un clínex o nuestro pañuelo limpio. Acompañar a quien llora nos dice mucho de la capacidad de consuelo que aporta el cariño: no es cuestión de palabras, basta con estar al lado. No es vergonzoso llorar, es una señal de que tenemos un corazón tan grande que no puede expresarse solo con simples palabras. No hay que reprimir las lágrimas: muchas veces es una verdadera necesidad. Y, sobre todo, la persona que llora está gritando con sus hipidos que necesita nuestro consuelo, esto es, que necesita sentir el apoyo de nuestra comprensión y de nuestro acompañamiento"
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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...
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