lunes, 15 de julio de 2013

El milagro


Otro cuento demasiado largo. ¡Perdón!

Una pequeña niña fue a su habitación y sacó un frasco que estaba escondido en su closet. Esparció su contenido en el suelo y contó con cuidado por tres veces. No había cabida a errores.
Con cuidado regresó las monedas al frasco y cerrando la tapadera salió sigilosamente por la puerta trasera caminando dos cuadras hasta la farmacia.

Esperó pacientemente a que el farmacéutico le prestara atención, pero estaba muy ocupado por el momento.
Tere movió sus pies para que rechinaran sus zapatos. Nada. Se aclaró la garganta lo más fuerte que pudo. Nada. Finalmente tomó una moneda del frasco y tocó en el mostrador de cristal.

-¿Y qué es lo que quieres? le preguntó el farmacéutico con tono de disgusto en la voz. Estoy hablando con mi hermano que viene de Chicago y no lo he visto en años.
-Bueno, yo también quiero hablarle de mi hermano. Tere le contestó con el mismo tono de impaciencia: Él está realmente muy, muy enfermo... Y quiero comprar un milagro.
-¿Perdón? dijo el farmacéutico.
-Su nombre es Andrés y algo malo le está creciendo en la cabeza y mi papá dice que sólo un milagro puede salvarlo. ¿Cuánto cuesta un milagro?
-Nosotros no vendemos milagros aquí, chiquita. Lo siento pero no puedo ayudarte, dijo el farmacéutico con voz más suave.
-¡Tengo dinero para pagarlo! Si no es suficiente, conseguiré lo que falte. ¿Cuánto cuesta?

-El hermano del farmacéutico que era un hombre bien vestido intervino: ¿Qué clase de milagro necesita tu hermano?
-No sé, replicó Tere con los ojos muy abiertos. Mamá dice que necesita una operación.
-¿Cuánto tienes? le preguntó el hombre de Chicago.
-¡Un dólar con once centavos! pero puedo conseguir más...
-¡Qué coincidencia! sonrió el hombre: ¡Un dólar y once centavos, el precio exacto de un milagro para los hermanitos!
-Tomó el dinero: Llévame a donde vives. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. Veamos si tengo el milagro que necesitas.

Ese hombre bien vestido era el Dr. Carlton Armstrong, prestigioso neuro-cirujano.
La operación fue completamente gratis y sin cargo alguno por su estancia en el hospital, hasta que Andrés regresó sano a casa.
-Esa cirugía, susurraba la madre, fue un milagro real. ¡No quiero pensar cuánto podría costar!
-Tere sonrió. Ella sabía exactamente cuánto costó el milagro: ¡Un dólar con once centavos...más la fe de una chiquilla!

No hay comentarios:

En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...