Hoy, al leer el evangelio de la aparición de Jesús Resucitado a los discípulos de Emaús (cfr Lucas 24, 13-35), no he podido dejar de recordar el día que recorrí ese mismo camino hace tres años en mi viaje a Tierra Santa.
Muy cerca de la casa donde nos alojamos -Saxum- está la indicación del camino hacia Emaús:
Y mientras repasaba estas fotos y tan emocionantes recuerdos, meditaba:
"De alguna manera, el camino que lleva a Emaús es el camino de todo cristiano, más aún, de todo hombre.
Y en este camino, Jesús es nuestro compañero de viaje. Ciertamente, en cada uno de nosotros hay un poco de estos dos discípulos, porque somos frágiles y a veces, cuando aparecen las dificultades, nos deslizamos hacia un cierto desaliento. Necesitamos avivar, entonces, la certeza de que Jesús siempre está junto a nosotros para darnos esperanza, para encender nuestro corazón y decir: Ve adelante, yo estoy contigo.
Jesús camina con nosotros en los momentos más dolorosos, también en los momentos más feos, también en los momentos de la derrota: ahí está el Señor. Y esta es nuestra esperanza: vayamos adelante con esta esperanza, porque Él está junto a nosotros.
La presencia de Dios es, sobre todo, saber que siempre somos mirados amorosamente por él. No es tanto un esfuerzo personal por hacer o decir cosas, que tampoco faltará; pero la presencia de Dios es, más bien, esa seguridad de que el Señor contempla nuestra vida como lo haría un padre o una madre si pudieran vivir, cada segundo, mirando a su querido hijo: viéndole crecer, alentándole, disfrutando de su personalidad y de su manera de comportarse con los demás."
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