Lo ha pintado -se suele decir lo ha escrito- un iconógrafo ortodoxo muy famoso: Alexandre Sokolov, entre cuyas obras se cuentan varias en catedrales de todo el mundo, y un ícono de la Virgen Eucarística, con el Niño representado como dentro de un cáliz, que tiene fama de milagroso.
Como en todo ícono, el fondo dorado representa la eternidad. San Josemaría une, en su cabeza y corazón, el Cielo y la Tierra.
La leyenda dice: "A todos llama Dios a la santidad. Cualquier tarea honrada puede ser instrumento de santificación propia y ajena"
Pintar -mejor, escribir- el ícono le ha costado más de dos años de trabajo. En Moscú, el arzobispo Paolo Pezzi lo bendijo y lo expuso a la veneración del pueblo.
Esta obra de arte ha causado gran impresión en los fieles. San Josemaría está al límite entre lo iconográfico y lo realista, casi pasándose de realista, y la Virgen es sencillamente, antológica.
Éste ícono, que se encuentra en el Monasterio de Vysotsky en Serpukhov, se ha vuelto muy popular entre los rusos, no sólo porque se están recuperando muchos alcohólicos, sino también porque es una fuente de conversiones
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