sábado, 10 de noviembre de 2018
Los libros de Dios
La fe nos anuncia a un Dios que ha creado el cielo y la tierra, y que respeta la autonomía de su propia obra. No busca avasallar la inteligencia ni la libertad de las criaturas racionales. Tampoco impone su salvación al hombre, sino que la propone para que, si quiere, la acoja con todo su corazón.
De modo análogo, al darse a conocer a los seres humanos, ha querido servirse de un lenguaje que les resulte comprensible, pues la lengua con la que se comunican eternamente entre sí el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo -el idioma divino- nos resulta inacesible. Por eso, la Iglesia, explica que Dios da a conocer su amor a los hombres, y lleva a cabo su plan de salvación, actuando y hablando "por medio de hombres y a la manera humana".
A la luz del misterio de Jesucristo "plenitud de toda la revelación", es más fácil entender esta lógica divina. Él es verdadero Dios y verdadero hombre. Su Humanidad es camino para conocer el misterio de Dios. Esto no impide que, por su dimensión humana, haya querido compartir nuestras limitaciones, salvo el pecado. No solo tuvo hambre y sed o se cansó, sino que también habrá experimentado el esfuerzo que implicaba aprender a leer, conocer el oficio que san José le enseñaba etc. Era Dios, pero no renunció a las limitaciones propias de lo humano.
Jesucristo ha querido hablarnos con palabras humanas, comunicarnos su mensaje con los modos de expresarse de una época concreta. Análogamente, cuando la Iglesia habla de inspiración divina de la Escritura, si bien afirma que el Espíritu Santo es el autor principal de los libros sagrados, esto no implica que estén exentos de los límites propios de cualquier obra humana.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...
No hay comentarios:
Publicar un comentario