Como garantía de que Dios se hace presente, el matrimonio por la Iglesia es un sacramento.
Significa que, unidos por el amor matrimonial, los esposos están llamados a ser la imagen real del amor de Cristo por su Iglesia. Dios mismo se compromete a hacerlo. Es decir, que Él pondrá todo lo que esté de su parte para que sean la imagen realizada -encarnada- de un amor definitivo, que no se echa atrás ante las dificultades, que es capaz de dar libremente toda su vida por la persona amada. Un amor como el de Cristo, que llega hasta el extremo, hasta lo más grande, hasta dar la vida por el otro.
Así pues, que el matrimonio sea un sacramento es como el sello -la garantía real- que Dios pone al amor de un hombre y una mujer.
San Juan Pablo II llegó a escribir que los esposos son "el recuerdo permanente, para la Iglesia, de lo que acaeció en la Cruz", es decir, del misterio de amor que nos dio la Salvación (Familiaris Consortio, n. 13).
No tengan miedo, porque, como dice san Pablo a los filipenses, "el que ha inaugurado entre ustedes esta buena obra, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús" (Flp 1, 6).
Dios se implica de tal manera en el matrimonio, que no solo se presenta como modelo de amor incondicional, sino que también contará con cada uno de los esposos para amar al otro, para hacer real el amor que le tiene. Eso se convierte, para los cristianos, en un motivo más para amar:
"¿Cómo no voy a perdonarla, si Dios la perdona y cuenta conmigo para que experimente su perdón?; ¿cómo no voy a amarle, aunque haya hecho tal o cual cosa, si Dios le ama y cuenta conmigo para que experimente su amor?"
Puede parecer una perspectiva demasiado elevada. Quizá valga la pena meditarla en silencio para ahondar en ella: con el amor de cada uno es Dios mismo quien quiere amar al otro.
Un poeta supo expresarlo con maestría en estos pocos versos:
"Con tu mirada tibia
alguien que no eres tú me está mirando: siento
confundido en el tuyo otro amor indecible.
Alguien me quiere en tus te quiero, alguien
acaricia mi vida con tus manos y pone
en cada beso tuyo su latido.
Alguien que está fuera del tiempo, siempre
detrás del invisible umbral del aire".
M. D'Ors, Esposa
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