martes, 15 de agosto de 2017
Asunción
Cuando Jerusalén fue destruida por los ejércitos de Babilonia, el profeta Jeremías se llevó el Arca, según cuenta una antigua tradición judía, y la escondió en algún lugar secreto. Ninguna noticia se tuvo jamás del Arca. Sólo san Juan nos dice que la vio en el Cielo, según recoge una de las lecturas de la Misa de hoy, con clara referencia al cuerpo santísimo de nuestra Señora: "Se abrió el templo de Dios en el Cielo y el Arca de su Testamento fue vista en su templo" (Apocalipsis 11, 19)
Nadie puede decirnos con seguridad cuándo y dónde, ni de qué manera, dejó la tierra la Virgen. pero sabemos dónde está.
Cuando Elías fue llevado al cielo, los hijos de los profetas de Jericó preguntaron a Eliseo si podían salir a buscarle. "Es posible le dijeron que el Espíritu del Señor le haya transportado a lo alto de una colina o le haya dejado en alguna hendidura de los valles"
Eliseo consintió a regañadientes, y cuando volvieron de su búsqueda infructuosa, les recibió con estas palabras: "¿No os había dicho que no fuérais?" (2 Reyes 2, 16-18)
Lo mismo sucede con el cuerpo de la Santísima Virgen.
En ningún lugar de la cristiandad oiréis ni siquiera un rumor acerca de él. Hay tantas iglesias en todas partes del mundo que afirman con entusiasmo que poseen las reliquias de este o aquel santo... ¿Quién puede decirnos si san Juan Bautista descansa en Amiens o en Roma? Pro nunca de Nuestra Señora.
Y si alguno de vosotros confiaba aún en encontrar tan inestimable tesoro, el Santo Padre hace un tiempo ordenó terminar la búsqueda.
Sabemos dónde está su cuerpo: en el Cielo.
Naturalmente lo sabíamos ya antes. El Papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, definía como dogma de fe que "la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial". Pero desde los comienzos de la fe, los cristianos tuvieron el conocimiento de que Santa María no experimentó la corrupción del sepulcro, sino que había sido llevada en cuerpo y alma a los Cielos.
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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...
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