viernes, 14 de agosto de 2015

Dormición y Asunción de la Virgen


Los últimos años de María sobre la tierra han permanecido envueltos en una neblina tan espesa que casi no es posible entreverlos con la mirada, y mucho menos penetrarlos.
La Escritura calla, y la Tradición nos hace llegar solamente ecos lejanos e inciertos.

Es cosa clara que vivió, sin duda alguna, junto a san Juan, pues había sido confiada a sus cuidados filiales. Y san Juan, en los años que siguieron a Pentecostés, moró habitualmente en Jerusalén; allí lo hallamos constantemente al lado de san Pedro. En la época del viaje de san Pablo, en vísperas del Concilio de Jerusalén, hacia el año 50, el discípulo amado figura entre las columnas de la Iglesia. Si María estaba aún a su lado, debería rondar los 70 años, como afirman algunas tradiciones: la edad en que la Sagrada Escritura cifra la madurez de la vida humana.

Pero el puesto de María estaba en el Cielo, donde su Hijo la esperaba. Y así, un día que permanece desconocido para nosotros, Jesús se la llevó consigo a la gloria celestial

Los escritos de los Padres y escritores sagrados, sobre todo a partir de los siglos IV y V, refieren detalles sobre la Dormición y la Asunción de la Virgen basados en algunos relatos que se remontan al siglo II. Según estas tradiciones, cuando María estaba a punto de abandonar este mundo, todos los Apóstoles -excepto Santiago el Mayor, que había sufrido martirio, y Tomás, que se hallaba en la India- se congregaron en Jerusalén para acompañarla en sus últimos momentos. Y una tarde serena y blanca cerraron sus ojos y depositaron su cuerpo en un sepulcro. A los pocos días, cuando Tomás, llegado con retraso (siempre llega tarde Tomás) insistió en ver el cuerpo de la Virgen, encontraron la tumba vacía, mientras se escuchaban cantos celestiales.

Al margen de los elementos de verdad contenidos en estas narraciones, lo que es absolutamente cierto es que la Virgen María, por un privilegio especial de Dios Omnipotente, no experimentó la corrupción: su cuerpo glorificado por la Santísima Trinidad, fue unido al alma, y María fue asunta al cielo, donde reina viva y gloriosa junto a Jesús, para glorificar a Dios e interceder por nosotros.

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En Nicaragua, como en otros lugares, cuando uno tiene grandes deseos de contar cosas a los familiares, amigos colegas...y no hay tiempo, trata de resumir anteponiendo ese "para no hacerte largo el cuento". Pero ni así...